Un maletero con clase

Cuando se realiza un trabajo sólo pensando en los ingresos económicos que se generan con el mismo, se nota una gran diferencia a cuando este se efectúa con gran vehemencia, aunque sin negar la importancia de sus beneficios para la subsistencia; y esto último es lo que ha hecho Manuel Colón Cabral durante los pasados veintitrés años, al desempeñar con perfección y modestia sus labores como maletero en el Aeropuerto Internacional José Francisco Peña Gómez.

Sin titubear recuerda que llegó a trabajar en el aeropuerto el 18 de marzo de 1987, desde su ciudad natal de San Cristóbal, donde ha laborado sólo con una pausa entre los años 2000 al 2003.

Reconoce que su trabajo no está libre de riesgos, y se enorgullece de nunca haber tenido ningún tipo de problemas, aunque advierte que hay que tratar de hacer las cosas bien hechas y no llevarse de la vanidad para no tener un fracaso.

Admite que una de sus mayores satisfacciones es cuando le sirve a un pasajero y, deleitado por sus atenciones, este le pide su teléfono para que cuando regrese, o sus allegados, utilizar de nuevo su servicio personalizado.

Al hablar de su familia la expresión de su rostro se transforma, y hasta el tono de su voz adquiere una inusual intensidad, de la cual dice que ‘es casado, pero sin papeles’ y que tiene 6 hijos, estos últimos todos con su pareja de tantos años. De sus hijos dice que cuatro varones son bachilleres y técnicos en computadoras, una hembra vive en España, y que ha tratado de darles la mejor educación que le han permitido sus posibilidades económicas.

A sus 64 años, los cuales no aparenta, al preguntársele sobre un posible retiro con gran pesar y melancolía manifiesta que no puede pensar en eso y que seguirá afanando hasta que Dios lo permita, porque necesita este trabajo para su manutención.

Por su honestidad, dedicación al trabajo y entusiasmo, hay que reconocer que ¡Manuel Colón Cabral, es un maletero con clase!


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