La muerte lenta del manglar en La Gina

“Es cada vez mayor la presión que ejercen nuestros pobladores sobre los recursos naturales y los patrimonios arqueológicos, históricos y culturales del territorio nacional, lo cual hace imprescindible afinar y actualizar la mas efectiva protecc/on de los ecosistemas que garantizan la biodiversidad y las áreas que contribuyen a la recreación cultural física y espiritual de los habitantes del país”.

Lo anterior es uno de los considerandos en el decreto 233-96, del entonces presidente Joaquín Balaguer, donde se asignan las categorías de conservación de acuerdo a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza a diferentes áreas protegidas, entre ellas el Refugió de Vida Silvestre Manglares de la Gina, provincia El Seibo.

La Gina es una hermosa bahía declarada área protegida en 1995, cuya extensión marina y terrestre es de 52,86 KM2, con una zona de amortiguamiento de 300 metros.

Importantes ecosistemas costero marino, con presencia permanente de manatíes, aves, tortugas, delfines y criadero de peces, crustáceos y tiburones. Siendo su principal objeto de conservación su exuberante manglar.

Sin embargo, la expansión de la agricultura y ganadería ejercen una presión importante sobre esta importante área protegida.

Arroz y manglar

Cientos de tareas de arroz colindan con el refugio de vida silvestre, la zona de amortiguamiento está totalmente ocupada por la agricultura.

La tierra cultivada penetra dentro del límite del área protegida a un paso lento pero constante.

En 2013 se denunciaba la depredación del manglar en la bahía en una nota del periódico Hoy:

“Más de 30% de los mangles y cocoteros fueron derribados por hacendados, que poseen fincas en las proximidades y que pretendían hacer de los manglares marinos, una playa para uso personal. Aquí donde el sol sale a las 8:00 de la mañana y se oculta pasada las 7:00 de la noche, también pescadores inescrupulosos están capturando manatíes y delfines, para sacrificarlos y vender sus carnes en los municipios de Sabana de la Mar y Samaná”.

En Google Earth se puede ver en detalle el área protegida desde 2003. En el límite sur del área protegida, se han perdido más de 600,000 metros cuadrados de manglar, para dar paso a la siembra de arroz.

En la imagen se aprecia la cantidad de manglar perdido del 2003 hasta el 2022. Además de miles de metros cuadrados de agricultura dentro de los límites del área protegida.

De acuerdo a comunitarios, constantemente se reporta la “quema accidental” del manglar, lo que luego se aprovecha para sembrar arroz. Aunque comentaron a diario Libre que se han hecho jornadas de reforestación en los últimos años, no compensan la cantidad de manglar perdido.

Otras amenazas

Además de la reducción del manglar, también se ha denunciado el uso de la bahía para actividades que amenazan la biodiversidad de la zona.

En los últimos meses se reportan tours de motos acuáticas en la zona núcleo del refugio, donde turistas son llevados en grupo a altas velocidades, poniendo en riesgo la vida marina como tortugas, manatíes y otras especies, además de perturbaciones sonoras.

También se reporta el uso de redes de pesca o trasmallos dentro de la bahía, sin ningún tipo de regulación. Pescadores consultados en la zona, explicaron que tratan de no afectar a las especies protegidas como manatíes y tortugas, dicen estar conscientes que son especies protegidas y amenazadas. Esto a pesar de que hace pocas semanas se reportó un manatí enredado en una red de pesca cercano a la bahía, pero aparentemente fue liberado a tiempo.

Sobre los manglares

Además de servir de protección para la erosión de las costas y refugio de vida silvestre, ofrecen una protección natural contra las marejadas producidas por tormentas y huracanes, como sucede en la Bahía de Luperón en Puerto Plata, donde decenas de embarcaciones encuentran una protección efectiva ante el paso de estos fenómenos. También se ha demostrado que el manglar puede secuestrar hasta cinco veces más carbono que otros bosques tropicales, ayudando a la mitigación del cambio climático.

Según Grupo Jaragua y Seacology, más de un tercio de los manglares de la República Dominicana han sido destrozados en los últimos 50 años, a pesar de contar con protección legal y de tener un valor anual estimado de US$194,000 por hectárea. Las 25,900 hectáreas de manglares restantes se están deteriorando y se ven amenazados por el turismo, la agropecuaria, la urbanización, la extracción de madera y la sobreexplotación de especies asociadas como peces, cangrejos, ostras y aves.

 


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