Comercio lícito total por mar equivale a quinientos millones de contenedores

En penumbras, lejos de costas indiscretas, naves por encima de las 10.000 toneladas y bajo banderas intercambiables efectúa 90% del tráfico bélico ilegal. Entretanto, el comercio lícito total por mar equivale a quinientos millones de contenedores. Sólo en el Mediterráneo circulan siete mil buques, de los cuales 10% son fantasmas; pero apenas quince fueron capturados durante 2010.

En 2009 hubo dos casos típicos. En agosto, un barco mercante (“Arctic sea”, patente de Malta) desapareció en el Báltico y reapareció en Cabo Verde, aunque su destino era Bedyalá, Argelia. Lo “encontró” una fragata rusa y, después, volvió a esconderlo. Quizá porque –según fuentes británicas-, había sido fletado no desde Malta, sino desde Transdñestria, un estado mafioso entre Ucrania y Moldavia… sin costa marítima.

En noviembre, la armada israelí interceptó cerca de Chipre el “Francop”. Todo un clásico: tripulación polaca, propietarios alemanes, bandera de Antigua & Barbuda, un lavadero de fondos en las Antillas orientales vinculado al narcotráfico. Las armas descubiertas provenían de Norcorea y la nave había tocado Birmania, Ceilán, Irán y Yemen antes de recorrer el mar Rojo y entrar en el Mediterráneo.

No sorprende que el “Francop” haya sido lo bastante versátil como para cargar opiáceos en Rangún (Birmania) y Dyask, sur de Irán. En este caso, provenientes de Afganistán. Según estimaciones a 2009, ese país genera 70% de la heroína comerciada en el mundo. O sea, ha desalojado a Indochina. En su territorio, un campo de cada tres está sembrado de amapolas, algo embarazoso para la Organización del Tratado Nortlántico y su componente dominante, Estados Unidos.

De acuerdo con la ONU, la producción afgana seguía aumentado este año y superará el récord de 2006 (6.200 toneladas), ya 50% mayor que la cifra de 2005. “La economía del opio es más un problema de insurgencia que de narcotráfico”, sostiene Antonio Costa, director de la oficina contra la droga y el delito. “Pero, si tercia el comercio ilegal de armas, el cuadro se complica”.

Esto se relaciona con una cultura del opio que prospera con complicidad o participación de caudillos étnicos y funcionarios de Kabul. Así ocurrió antes en Colombia, donde la mezcla de guerrillas izquierdistas, paramilitares y corrupción gubernamental ha creado una economía triple: cocaína, marihuana y heroína. Por ahora, el negocio de armas es un factor externo a Afganistán.


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