Anguilla, el paraíso existe y está en esta isla del Caribe

La lista de cosas prohibidas en Anguilla es una delicia: No se permiten los vendedores ambulantes en las playas, tampoco los incómodos paparazzi, menos los estridentes parlantes. ¿Entonces? Se celebra el placer de descansar a plenitud. El murmullo del mar que acaricia las playas, la suave brisa de las tardes.

De ahí que Anguilla, un territorio británico de ultramar, anclado entre las Islas Vírgenes y San Martín, sea desde ya uno de los referentes de exclusividad y buen gusto para este 2024. Aquí, por ejemplo, no llega siquiera el eco de la música de Bad Bunny ni menos de Diomedes Díaz que sacudió al turismo que se movió en masa por las playas del Caribe durante las festividades de Navidad y Año Nuevo.

Por distintos motivos aquí todo es diferente. Puede ser por la serenidad de sus 33 playas -dos de ellas entre las diez mejores del mundo-, ese mar de aguas diáfanas y cristalinas en las que se ven nítidos los peces de colores, por la agradable temperatura cotidiana de 27 grados o por las caminatas a cielo abierto para reafirmar que el paraíso sí existe y está aquí.

Con semejante escenario y ese respeto imperante a la privacidad es natural que los lugareños recuerdan cuando vieron tranquilo a Lionel Messi disfrutando en familia en unas vacaciones, a Adele tomando aire tras una gira y a Jennifer Aniston y Brad Pitt, enamorados, cuando eran la pareja más perseguida por los fotógrafos en las otras partes del mundo.

“Son muchos los millonarios y famosos que tienen casa aquí. Es un espacio donde se sienten seguros y en libertad”, dice el arquitecto brasileño Adriano Vasconcelos, creador de algunas de las edificaciones más impactantes de Anguilla como el espléndido Zemi Beach House. “Somos amantes de la naturaleza, respetuosos de nuestro pasado y con la mirada en el futuro”, argumenta.

Esa evidencia está, por ejemplo, en la casa tailandesa de 306 años que hoy ofrece una experiencia sensorial única de placer y relajación. Desde los arbustos de buganvillas recién florecidos hasta el incienso, los aceites esenciales y los sueros terapéuticos, se trata de un viaje a la ensoñación en un spa tan exclusivo como fascinante.

O también en la granja que alberga más de 2700 módulos solares y con la que se proyecta generar 122 MWh por mes. Esto para reducir al máximo la dependencia del hotel de combustibles fósiles con un sofisticado sistema de almacenamiento y suministro constante de energía.

En este proyecto están los técnicos que, con la misma convicción, y en otras tareas trabajan buena parte de los 15.094 habitantes de Anguilla. Todos aman su isla y la cuidan con esmero. Volcados en la mejoría de esta joya turística. “La idea es que el visitante se vaya ciento por ciento feliz”, dice Karishma Singh, una joven ejecutiva portuguesa que aceptó la oferta de venir a trabajar aquí. “En el turismo de lujo hay una sinfonía de buen gusto que no tiene comparación”, dice ella.

En efecto, en esta isla de 102 km2 los hoteles son de fantasía. Varios cuentan con habitaciones de 250 metros cuadrados y dotadas con piscina con un horizonte despejado. ¿Por qué? Es un territorio relativamente plano -su punto más alto se encuentra en Crocus Hill, que alcanza los 65 m s. n. m.- surcado por unas vías en donde los conductores sólo encontrarán seis semáforos. “Antes en toda la isla había uno solo pero con el desarrollo acelerado ya tenemos seis”, dice con humor un residente.

Aparte de los taxis, no hay ningún transporte público en la isla. La mejor opción es rentar un carro con la precaución de que aquí circulan por la izquierda como en Gran Bretaña y con la certeza de que jamás se encontrarán un trancón.

Es posible ir en bicicleta para disfrutar de una vegetación de una gama de verdes que contrasta con los azules del mar que se arrulla sobre las playas de arena fina y color blanco. “No lo digo con vanidad, pero esto es el paraíso”, agrega Karishma Singh.

Y de día o de noche. Porque además del sol, la rica gastronomía -langostas, camarones, cangrejos, caracoles- hay planes nocturnos que también difieren de otras ofertas en donde priorizan las discotecas. Aquí no. Las opciones son tan distintas como sorprendentes. Está, por ejemplo, el kayak nocturno. Una actividad emocionante, única. Con embarcaciones transparentes y con luces fluorescentes, los viajeros aprecian y sienten las especies marinas rodeados de la oscuridad y cubiertos por un cielo bañado de estrellas y donde la luna se posa imponente.

El idioma oficial de Anguilla es el inglés. La cultura está retratada en autores como Patricia J. Adams, Robert Athlyi Rogers y Ijahnya Christian aunque llevar un par de libros siempre es una buena idea para leer con el eco de un mar tranquilo. Y cuando se escucha música suenan las notas de reggae, calypso, soca y country. Lo que confirma que hasta las melodías se escuchan aquí más cadenciosas, tan suaves como el silencio.

Fuente: https://www.eltiempo.com/


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