Wall Street, un destino turístico de segundo orden

Ésta es una aproximación a las finanzas internacionales desde las ciencias sociales. Nos acercarnos a ese tema tan espinoso en puntas de pie para describir cómo se vive a diario en la Calle del Muro, en estos tiempos de guerra y profunda desazón financiera. Los operadores económicos y financieros con los que se trató de entablar relación mantuvieron un cauteloso silencio.

Ofrecieron, en compensación, un universo de anécdotas sobre los hábitos y costumbres de los habitantes del edificio de la Bolsa de Nueva York.Personajes que transitan presurosos, envueltos en trajes elegantes –negros o gris topo- portando attachés de diseño mientras discuten con pasión las mil maneras de hacer fortuna, la dinámica de las apuestas que esconden las subas y bajas en el precio de las acciones y de las expectativas más audaces de los aventureros de siempre. Pero Wall Street ha cambiado para siempre y todos lo saben, aunque se muestren adustos ante la incomodidad que les plantea un cronista impertinente. Las convulsiones financieras que causa la invasión rusa hacen que a sus ojos se debiliten los planes de rescate de Ucrania.

Temen el crecimiento del caos, a pesar de los esfuerzos optimistas de los operadores políticos de la Casa Blanca. Dudan, temen, ante un eventual derrumbe de la economía del dólar ahora sostenida por los fabricantes de armas y los dueños de los alimentos que toman sus decisiones considerando las pretensiones que plantea China que actúa en connubio con Moscú. El cambio que aparece candente en el horizonte es múltiple y complejo. Los grandes bancos de inversión que dominaban Wall Street y las finanzas mundiales desarrollan sus actividades en un equilibrio inestable. Son extremadamente sensibles al olor a pólvora y al tronar de los cañones.La era del banquero de inversiones que obtiene remuneraciones extraordinarias parece haber acabado.

Aguardan esperanzados que un potencial retorno de Donald Trump a la Casa Blanca genere la llegada del Mesías.Saben e impulsan que el mundo cambie a velocidades extraordinarias pero son conservadores en sus hábitos y costumbres, razón por la cual no admiten en su fuero íntimo que el fin de Wall Street está cerca, demasiado cerca, como lo aseveró William Isaac, ex director de la Dirección Federal de Garantías de Depósitos.Las mutaciones en el campo político causaron que la callejuela más poderosa del mundo cediera posiciones ante el poderío de Washington.

Los congresistas tienen en sus manos el futuro financiero de Estados Unidos. Esos “nuevos amos” -muchos de ellos ignorantes, soberbios y prepotentes- fueron retratados al detalle en un clásico de la literatura estadounidense titulado La hoguera de las vanidades, publicado en 1987.Pero acaso el cambio más profundo que sufrió Wall Street sea cultural. Especialmente después que el New York Time proclamó que la muerte de Walt Street está cerca, demasiado cerca. En la que le ha llegado la hora a “un mundo de grandes egos.

Un mundo en el que a la gente le encanta jugar a los dados con dinero ajeno, de operaciones en la cuerda floja hechas por computadoras (…) Ese mundo ha llegado a su fin”.Algunas descripciones que hemos recogido para completar el presente retrato avisan de la aparición en manada de nuevos personajes -esencialmente cholulos- que pagan miles de dólares por una fotografía en la que simulan tocar -fuera de horario- la campana que anuncia el comienzo de las operaciones financieras del día. Un mundo de historias y leyendas rodea a la Bolsa de Valores de Nueva York.

Se cuenta que un conjunto del medio oeste estadounidense decidió incorporar un cronista que los tuviera al tanto sobre lo que sucedía en la Calle del Muro. El contratado pronto defeccionó, por lo que contrataron de emergencia a un limpiabotas que, con el tiempo, se transformó en un agudo cuanto audaz operador de bolsa.Andrew Schlieman, un experimentado operador financiero, se quejó amargamente. “Me salí del sistema hace dos años -relató-. Lo que está pasando es lo opuesto de la exuberancia irracional. Es el lado malo del capitalismo, el oportunismo y la codicia.

Es el estilo estadounidense. Gordon Gekko lo dijo bien: La codicia está bien”, en un auténtico homenaje a la película Wall Street (1987), dirigida por Oliver Stone y protagonizada por Michael Douglas y Martin Sheen.En los últimos 30 años los Gordon Gekko fueron envidiados y criticados, pero a veces admirados. La fiebre por conocer los secretos de la bolsa fue enorme. Hasta aparecieron pseudoacademias o escuelas financieras que enseñaban por correo los rudimentos del negocio financiero.Han pasado algunas décadas del estreno de la película que recordamos.

En distintas geografías, los agentes financieros son despreciados y vilipendiados con una intensidad pocas veces vista. Para muchos la velocidad de sus piernas fueron esenciales. Evitaron que esa aventura del conocimiento terminara en tragedia.Jim Foster, agente principal de Gotham Realty Holdings, anotó en sus memorias que lo financiero es el negocio más lucrativo del mundo, pero hay una forma buena y otra mala de practicarlo. “El mercado se recuperará en tres o cuatro años de acuerdo a la magnitud de las crisis que debe atravesar.”Ése es, continua Foster, el sentimiento expresado a diario por los trabajadores de Wall Street, pero sin el optimismo ni la convicción que es característica de Wall Street, y que es vital para su éxito.Eso es lo que ha cambiado. Se apagó aquel fuego sagrado que era su esencia.El economista canadiense John Kenneth Galbraith, editor de la revista Fortune y profesor de las Universidades de Princeton y Harvard, identificó el ingrediente básico del bienestar financiero: “La especulación a gran escala exige una sensación generalizada de confianza y optimismo y la convicción de que la gente común puede ser rica (…).

Tal sentimiento de confianza es esencial para un auge. Cuando las personas cautelosas, inquisitivas, misántropas, recelosas o aviesas son inmunes a los entusiasmos especulativos”. (Ver Capitalismo americano -Ariel,1952-; La Sociedad opulenta -Ariel, 1958-; La pobreza de las masas -Plaza & Janés, 1979- y Breve Historia de la Euforia Financiera -Ariel,1994-)El entusiasmo ha desaparecido de Wall Street, reemplazado por una febril incertidumbre y por el mal presentimiento de que se avecina un crack superior en intensidad al de 1930.

El colectivo de los economistas está convulsionado. La mayoría de los economistas no cree que se esté incubando una Gran Depresión. Los incontenibles tahúres financieros de Estados Unidos encontrarán otra forma de ganar dinero fácil.La tierra dejará de moverse debajo de Wall Street y las topadoras se irán. Pero cuando los turistas, operadores y gente común levanten las miradas hacia las ventanas de Wall Street, todos se preguntarán lo mismo. En realidad sólo hubo dos suicidios en el edificio de la bolsa vinculados al crack de 1929 pero la historia de los suicidios masivos se convirtieron en un hecho por los rumores, el miedo y la incertidumbre.

Tal como lo sigue descubriendo el mundo que se sorprende cuando es sacudido por las aventuras financieras de unos pocos, el enriquecimiento vil de la clase dirigencial y la destrucción de los resortes vitales del Estado.Cuando las operaciones de la bolsa concluyen y desaparecen los operadores, el paisaje se torna diferente. Las ocho cuadras del callejón más famoso del mundo se llena de ómnibus que transportan una multitud que sueña con obtener una foto famosa que le hace ser protagonista de la historia financiera del mundo.Wall Street ya no es la Meca de las finanzas; es, apenas, un destino más de la oferta neoyorquina.

Fuente: https://comercioyjusticia.info/


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

*