Violencia en las calles dominicanas

En las últimas semanas las calles y avenidas de República Dominicana han sido escenarios de trifulcas, actos de barbarie y violencia ocasionados por situaciones que pudieron ser evitadas o resueltas con un simple diálogo. Las evidencias están en las redes sociales.

El pasado martes una persona grabó un episodio protagonizado por tres hombres, que convirtieron una calle de Santo Domingo Este en un escenario de “carros chocones”, hasta provocar que uno de estos se estrellara contra una pared.

Otro hecho ocurrió en la avenida México ese mismo día. Una señora se trasladaba en su automóvil cuando un motorista se metió en rojo. Ella tuvo que frenar rápidamente, y cuando el individuo le pasó por el frente le mostró una pistola, pateó el vehículo y se marchó.

Dos semanas antes, vimos en otro video viral cómo dos personas se fajan a los palos en la avenida Duarte, por un pasajero.

Los accidentes entre dos vehículos en los peajes del país, que se popularizaron como #PeajeChallange son una muestra de la violencia que se vive.

Ante este tipo de acciones Pastor de La Rosa, el sociólogo y catedrático de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), explica que el humano es un ser biopsicosocial, como establece la psiquiatría, y que esto implica también que sus conductas o actuaciones están determinadas por múltiples factores.

Indica que el incremento de los hechos de violencia (física, psicológica, verbal o emocional) y la ira que se observa en las acciones de personas se le podría atribuir a las condiciones de incertidumbre generada por una prolongada situación de crisis a causa de la pandemia del COVID-19.

Un ejemplo de esto fue el testimonio de una persona, que prefirió no identificarse, quien comenta que hace unos días fue víctima de una mujer que le chocó el vehículo solamente porque se adelantó en el tránsito.

Apunta que “viajaba por la avenida John F. Kennedy, sobre el puente seco de la avenida Gregorio Luperón, donde la vía se estrecha y se arma ‘un tremendo tapón’ porque se reduce de cinco carriles a cuatro, con un muro jersey por el medio”. Dice que cuando entró en la vía la mujer lo chocó y luego empujó el carro.

Por situaciones como esta, De la Rosa sostiene que dichos escenarios pueden ser reflejo del encierro o confinamiento “sin perspectivas de solución”. Pero, sobre todo, es fruto de las precariedades socioeconómicas y de otros tipos que se están viviendo en la sociedad.

Estima además: “Cientos de miles de personas han perdido sus empleos y sus ingresos haciendo insostenibles su existencia y provocando situaciones de estrés”.

Muchos pueden estarse sintiendo en una situación de desolación ya que se han roto sus acostumbrados parámetros de convivencias sociales. Este aislamiento no es normal en la cultura caribeña, precisa.

Además, estamos acostumbrados a los intercambios constantes los cuales muchas veces son parte de la vida cotidiana, estos le dan equilibrio y sentido a la vida de las personas, puntualiza.

“Cualquier cosa es un motivo para compartir o para una chercha. Eso se ha roto y no todas personas tienen mecanismos o habilidades para bregar con esta situación” explica el catedrático.

Asimismo, dijo que esta realidad que está viviendo la sociedad a causa del COVID-19 amerita la atención de las instituciones profesionales del área de la salud mental, junto a respuestas integrales que incluyan la intervención del Estado.

De la Rosa puntualiza que hay que promover la solidaridad y buscar una repuesta colectiva a las necesidades materiales y espirituales de las personas confinadas y estresadas por la pandemia para hacerle frente al desgaste emocional provocado por la crisis sanitaria.

Además, estamos acostumbrados a los intercambios constantes, los cuales muchas veces son parte de la vida cotidiana y le dan equilibrio y sentido a la vida de las personas, puntualiza.

“Cualquier cosa es un motivo para compartir o para una chercha. Eso se ha roto y no todas personas tienen mecanismos o habilidades para bregar con esta situación”, explica el catedrático.

Asimismo, dijo que esta realidad que está viviendo la sociedad a causa del COVID-19 amerita la atención de las instituciones profesionales del área de la salud mental, junto a respuestas integrales que incluyan la intervención del Estado.

De la Rosa señala que hay que promover la solidaridad y buscar una repuesta colectiva a las necesidades materiales y espirituales de las personas confinadas y estresadas por la pandemia para hacerle frente al desgaste emocional provocado por la crisis sanitaria.


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