Suicidio, un mal en aumento en RD
La prevención del suicidio siempre ha sido un desafío mundial, pero ahora, todavía más. Los tiempos convulsos que se han vivido en todo el mundo a raíz de la pandemia de COVID-19, han empeorado los trastornos de salud mental, en especial, la ansiedad y la depresión. Si se toma en cuenta que las investigaciones muestran que más del 95 % de las personas que se quitan la vida tienen depresión, es fácil entender por qué los casos de suicidio han aumentado.
República Dominicana no es la excepción. Tal y como refiere la psicóloga Miguelina Justo, las cifras confirman que en el país se ha registrado un incremento en el número de casos desde el año 2020 al 2021. En concreto, se registraron 670 suicidios en el 2021, una cifra que representa una subida de 12.1 % con relación al 2020 (597) y que es la mayor desde el año 2007, según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE).
En el 2020, Salud Pública dio a conocer que los casos de suicidio en un 84.2 % correspondían a hombres y un 15.8 % a mujeres. Aunque las mujeres son más propensas a intentar la acción, los hombres la consuman en mayor proporción.
“En nuestro país la tasa es media”, explica la profesional de la salud mental. “Desde que se registran los suicidios, la tasa ha oscilado entre cinco y siete suicidios por cada 100,000 habitantes”.
En los últimos años, se han implementado, en territorio local, diversas campañas e iniciativas orientadas a disminuir los casos. A consideración de Justo, esto ha ayudado a crear conciencia en la población y saber cómo actuar oportunamente ante las señales de alerta. “Cada vez que un amigo escucha a otro en dificultad, está haciendo lo necesario. Igual sucede cuando la familia busca ayuda para quien se encuentra atravesando una crisis está haciendo el esfuerzo necesario”, dice.
Sin embargo, lo que sucede con la prevención del suicidio es que es compleja. Su ocurrencia solo es posible por la confluencia de un entramado de factores de diversas naturalezas. Es decir, es multidimensional y multicausal.
“Trabajar para eliminar la pobreza, que traumatiza, es prevención; atender adecuadamente a las personas con enfermedades crónicas es prevención; fomentar espacios de recreación para adultos mayores es prevención. Toda iniciativa que favorezca el bienestar general es prevención contra el suicidio”, explica.
Desmontar el mito
Aunque algunos entienden que quien habla de terminar con su vida lo hace para llamar la atención, la experta aclara que este criterio está lejos de la realidad.
“Quien habla de suicidio, o de la idea de consumarlo, lo está diciendo como una señal de auxilio a la que hay que prestarle atención, porque algo está sucediendo, y representa una oportunidad para brindar ayuda, para hablar del tema, de las emociones, de la salud mental en general”, dice.
El suicidio va más allá de quienes han consumado el acto. El abordaje de esta conducta abarca la ideación, los intentos, el acto en sí y su efecto, y se puede hacer prevención en cada uno de estos niveles. También, están los sobrevivientes, término que se utiliza para designar al familiar, amigo o compañero de quien ha muerto por esta causa.
“El dolor por la muerte de un ser querido, en estas circunstancias, es especialmente intenso”, puntualiza. “El estigma dificulta la elaboración adecuada del duelo, porque puede restringir el apoyo social tan necesario. Los sobrevivientes a la pérdida por suicidio constituyen una población de riesgo. Las estadísticas indican una mayor prevalencia de conducta suicida entre ellos”.
Conductas que alertan
Si una persona habla de sentirse desesperanzado, que su vida carece de sentido o que los demás estarían mejor sin él. Si externa que no tiene una razón para vivir, que se siente atrapado o con un dolor inaguantable, puede que se encuentre depresiva. Asimismo, conductas como aislarse y no compartir igual con amigos y familiares, dormir demasiado o muy poco, mostrar irritabilidad y decaimiento son otras señales a las que prestar atención.
Justo hace énfasis en que, si bien es cierto que la prevención del suicidio es posible, no siempre lo es. “Hay personas que mueren por esta causa estando bajo tratamiento psiquiátrico y psicológico, con una familia involucrada y buenos amigos. El no reconocer esto termina acentuando la culpa que la familia ya tiene y que martilla sus mentes con la idea de que algo más debieron haber hecho”, establece.
Fuente: https://www.diariolibre.com/