¿Qué sabían de ciencia los egipcios?

En 1858 un abogado y egiptólogo escocés, Alexander Henry Rhind, se encontraba de nuevo en Egipto, y no precisamente para emprender una nueva excavación. Sufría de tuberculosis y el seco ambiente de la tierra de los faraones era un excelente opción para su enfermedad.

Un día, dando una vuelta por las tiendas y tenderetes de Luxor donde los egipcios vendían a los adinerados viajeros occidentales papiros antiguos –o que aparentaban ser antiguos– Rhind descubrió uno particularmente interesante.

Era un largo papiro de casi 6 metros de largo y 33 centímetros de ancho que, según los vendedores, había sido encontrado en una estancia cercana al Rameseum, el complejo funerario del famoso Ramsés II. El egiptólogo murió cinco años más tarde, y el papiro, junto con gran parte de sus posesiones, fueron vendidas al Museo Británico en 1865. Entonces se descubrió que un trozo conservado en el Museo de Brooklyn era, en realidad, una parte del papiro conservado en Londres.

Escrito en hierático –una simplificación del jeroglífico utilizado como sistema de escritura administrativo y de comercio–, comienza con la frase: “Cálculo exacto para entrar en conocimiento de todas las cosas existentes y de todos los oscuros secretos y misterios”. Un arranque muy del gusto del manto misterioso que envuelve Egipto pero que poco tiene que ver con conocimientos perdidos. Se trata de un texto sobre matemáticas. De hecho, el llamado Papiro Rhind es la mejor fuente de información sobre matemática egipcia que se conoce. Nos da información sobre aritmética básica, fracciones, cálculo de áreas, volúmenes, progresiones, repartos proporcionales, reglas de tres, ecuaciones lineales y trigonometría.

Matemáticas egipcias

Del papiro se sabe que fue escrito por el escriba Ahmes –de ahí que hoy se le conozca como Papiro Ahmes– aproximadamente en 1650 a. C. a partir de escritos de 200 años de antigüedad, según cuenta el propio Ahmes al comienzo del texto. Pero no hay ninguna pista sobre el objetivo del mismo: algunos creen que podría tratarse de un texto de enseñanza o un cuaderno de notas, ya que tras cada resultado aparece la expresión “haz lo mismo cuando encuentres un problema semejante”. Lo que sí está claro es representa una fuente de información valiosísima sobre los conocimientos matemáticos de los egipcios. En el papiro aparecen 87 problemas –81 están dedicados a operaciones con fracciones– donde se explica desde cómo sumar, restar y multiplicar, a resolver diferentes problemas de trigonometría, geometría y aritmética aplicadas.

De la misma época data el Papiro de Moscú –o Papiro Golenishchev, en honor a quien lo compró en 1883 a una de las personas que descubrió el escondite de momias reales de Deir el Bahari– y se encuentra en el Museo de Bellas Artes ‘Puskhin’, en Moscú. De 5 metros de largo por tan sólo 8 cm de ancho, contiene 25 problemas entre los cuales se halla el que para muchos es el logro más impresionante de las matemáticas egipcias: calcular el volumen de una pirámide truncada.
Estos dos documentos son la fuente principal que tenemos sobre los conocimientos matemáticos egipcios, que viene completado por otros: el papiro de Kahun –el menos traducido y del que existe gran disputa, pero en el que parece que los egipcios sabían lo que eran progresiones aritméticas–, el papiro de Berlín –resolución de sistemas de ecuaciones y empleo de raíces cuadradas– y el conocido como Rollo de Cuero, comprado por Rhind al mismo tiempo que el Papiro Ahmes y que versa sobre equivalencias de fracciones unitarias (1 dividido por cualquier número) y donde aparece la copia repetida de sumas de fracciones, actividad típica del aprendizaje. En el Museo de Bellas Artes de Boston se encuentra el papiro Reisner, encontrado en 1904, y que se refieren a cálculos de excavaciones y volúmenes de rocas y muros. Por la información contenida en esos documentos podemos hacernos una imagen de las matemáticas egipcias. Muy prácticas y dirigidas a los problemas cotidianos: dada una cierta cantidad de grano cuántos panes se obtienen, o dada una rampa de altura y longitud conocidas, cuántos ladrillos se necesitan…

Operaciones quirúrgicas en el Antiguo Egipto

En noviembre de 2001, a la sombra de la primera pirámide real de Saqqara, los arqueólogos encontraron a cinco metros bajo tierra una tumba del 2000 a. C. En las paredes descubrieron la primera evidencia directa de que se realizaban operaciones quirúrgicas en aquella época tan lejana. Pues era la tumba de Skar, el médico jefe de uno de los faraones de la V dinastía. En ella se descubrieron 50 instrumentos médicos de bronce, los más antiguos encontrados, que incluían escalpelos, agujas y una cuchara. También encontraron un altar de alabastro y 22 estatuas de diferentes dioses y diosas. En una época en que ciencia y religión eran inseparables es probable que Skar fuera también sacerdote. ¿Pero qué tipo de medicina practicaba?

Para eso tenemos que retrotraernos a 1862, en Luxor, cuando un comerciante norteamericano llamado Edwin Smith recorría los mercados en busca de antigüedades auténticas o falsas –las cuales no tenía ningún reparo en revender como auténticas–.

En una de sus “cazas” descubrió un papiro que tenía un aspecto muy diferente a los que estaba acostumbrado. Capaz de leer hieroglifos, vio que se trataba de un antiguo tratado médico. El misterio es que, sabiendo que podría sacar un buen dinero por él, decidió quedárselo y permaneció oculto en su familia durante 70 años. Traducido en la década de 1930, el Papiro Smith es un compendio –incompleto– de tratamiento de heridas, lesiones en la cabeza… sorprendentemente, de los 48 casos estudiados sólo uno menciona la magia. El papiro expone de forma muy detallista lo que hay que hacer en cada caso: cómo debes mirarlo, diagnosticarlo, examinarlo y tratarlo, cómo suturar una herida con espinas de acacia como agujas y trozos de lino como material de sutura.

El otro gran papiro médico es el Ebers, un rollo de más de 20 metros de largo y que contiene 877 recetas para una larga variedad de enfermedades; sólo en 12 de ellas se recomienda cierto tipo de encantamiento o hechizos. Una prueba de su buen hacer médico, cuya fama recorría el mundo antiguo. Homero, en la Odisea, dice: “En Egipto, los hombres tienen más aptitudes para la Medicina que cualquier otro”. Podríamos decir que incluso allí nacieron las especialidades: había dentistas, oftalmólogos… Pero lo que puede resultar chocante es que no aprendieran nada de anatomía en el proceso de la momificación. Aunque la respuesta es más que evidente: los embalsamadores debían estar más atentos a los detalles de su difícil arte que a irrelevantes observaciones anatómicas.

Fuente: https://www.muyinteresante.es/


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

*