Qué es el amor, según la ciencia
¿Qué es el amor? A priori puede parecer una pregunta sencilla, pero nadie sabe la respuesta. Si preguntamos a cien personas, recibiremos cien respuestas diferentes. El amor es locura, cercanía, armonía, familia, un poema, una historia.
Al mismo tiempo, el amor también son reacciones químicas en nuestro cerebro. Además, es algo con lo que soñamos. Pero no hay una única respuesta. Por eso, la ciencia lleva décadas intentando encontrar una explicación.
Si buscamos el término en el diccionario, encontraremos que se define como un conjunto de sentimientos que ligan una persona a otra, o bien a las cosas, ideas, etc. Una segunda acepción hace referencia a un sentimiento hacia otra persona, que naturalmente nos atrae y que, procurando reciprocidad en el deseo de unión, nos completa, alegra y da energía para convivir, comunicarnos y crear.
Sin embargo, el amor es un fenómeno mucho más complejo que ha sido estudiado desde diversas disciplinas, incluyendo la biología, la filosofía, la psicología, la sociología o incluso el arte. Y aunque no hay una única definición científica del amor, teniendo en cuenta su naturaleza multifacética, en este artículo intentamos una aproximación al amor desde distintas perspectivas.
Desde el punto de vista biológico, está comprobado que cuando una persona se enamora, el cerebro libera una serie de sustancias químicas, como la dopamina, la oxitocina, la serotonina y la noradrenalina. Y estos neurotransmisores están asociados con las sensaciones de placer, recompensa y apego.
De acuerdo con los expertos, es un proceso neurológico donde se ven implicadas diferentes regiones de nuestro cerebro, tales como el hipotálamo, la corteza prefrontal, la amígdala, el núcleo accumbens o el área tegmental frontal.
Según la antropóloga y bióloga estadounidense Helen Fisher, de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey, el amor es diferente para cada persona, aunque deriva principalmente de tres circuitos cerebrales: el deseo sexual, el amor romántico y el apego. Y cada categoría se caracteriza por su propio conjunto de hormonas procedentes del cerebro.
La primera de ellas se refiere a la lujuria o el deseo de gratificación sexual. Aquí entra en juego la necesidad de reproducción, compartida por todos los seres vivos. Y es que, mediante este instinto, los organismos transmiten sus genes y contribuyen así a la perpetuación de su especie.
En este sentido, el hipotálamo del cerebro desempeña un papel importante, estimulando la producción de las hormonas sexuales (testosterona y estrógeno) a partir de los testículos y ovarios.
Mientras tanto, la atracción o amor romántico parece ser un fenómeno distinto, aunque estrechamente relacionado. Si bien es cierto que podemos sentir lujuria por alguien que nos atrae, y viceversa, una cosa puede ocurrir sin la otra.
Según Fisher, durante la atracción se liberan por ejemplo altos niveles de dopamina y de una hormona relacionada, la norepinefrina. Estas sustancias nos producen vértigo, energía o euforia, e incluso una disminución del apetito e insomnio, lo que explica que al estar “enamorado” no se pueda comer ni dormir. Así lo explicaba en una entrevista reciente:
“Lo primero que pasa al enamorarnos es que todo cobra un significado especial. Todo en esa persona es especial: su coche, la calle en la que vive, la música que escucha… Después obvias lo que no te gusta y te focalizas en esa persona. Sientes una energía intensa o euforia cuando todo va bien y cambios de humor o una desolación horrible cuando va mal. Todo tipo de reacciones corporales como la boca seca o mariposas en el estómago”.
Aunque según esta científica, el amor también puede manifestarse a través del apego, es decir, el cariño o sentimiento profundo de unión hacia otra persona, que se da sobre todo en las relaciones duraderas.
Así, mientras que la lujuria y la atracción florecen exclusivamente en las relaciones románticas, el apego o cariño puede estar presente también en las amistades, en el vínculo entre padres e hijos o en la cordialidad social. En este caso, las dos hormonas principales son la oxitocina y la vasopresina.
Otras visiones del amor
Ahora bien, la filosofía o la poesía llevan siglos de ventaja respecto a la ciencia a la hora de explicar el amor. Por ejemplo, según Platón, el amor es el ascenso de lo material a lo inmaterial. Según este sabio, se trata de un proceso antisexual, en el que se llega a la Belleza a partir de los dos sentidos superiores: la vista y el oído.
Para Platón, existen tres clases de amor: el contemplativo o divino (que tiende al conocimiento de las cosas superiores), el activo o propiamente humano (destinado a crear la belleza en el cuerpo humano) y el voluptuoso o bestial (cuyo único objetivo es la posesión de las cosas inferiores).
En la filosofía platónica, el amor está en el amado. Y éste, como ser superior, atrae al amante hacia sí, creando en él la necesidad de alcanzar la belleza absoluta. El amante se enajena, es decir, sale de sí y se “olvida” de su persona para pensar solo en el amado.
De esta idea procede el concepto de ‘amor platónico’, un amor espiritual, idealizado e inmaterial que una persona, frecuentemente inaccesible o distante, inspira a otra.
Desde la perspectiva de la psicología, el amor también ha sido estudiado desde diversas teorías y enfoques. Por ejemplo, el psicólogo estadounidense Robert Sternberg propuso una teoría que describe el amor en términos de tres componentes principales: intimidad (sentimientos de cercanía y conexión emocional), pasión (deseo y atracción sexual) y compromiso (decisión de mantener y hacer crecer el amor a largo plazo).
También es interesante la distinción entre amor compasivo y amor apasionado que hizo la psicóloga Elaine Hatfield, que consideraba que las relaciones amorosas suelen pasar de un estado inicial de pasión a una forma más madura de amor compasivo con el paso del tiempo.
Otra idea se centra en la forma en que las personas evalúan las relaciones basándose en los costos y beneficios percibidos. Se trata de la teoría del intercambio social, según la cual, las personas tienden a permanecer en relaciones en las que perciben que los beneficios superan los costos, y pueden decidir dejar una relación si sienten lo contrario.
Por su parte, la sociología del amor examina cómo las estructuras sociales, las normas culturales y las interacciones sociales influyen en las relaciones amorosas y románticas. En este sentido, son las normas y expectativas sociales, así como las influencias culturales, las que moldean nuestras creencias sobre el amor y las relaciones.
Estas normas varían notablemente entre diferentes culturas y sociedades, y afectan a cómo las personas eligen parejas, expresan afecto o definen el éxito en las relaciones amorosas. Desde la perspectiva sociológica, las instituciones sociales, como el matrimonio y la familia, proporcionan marcos estructurales para las relaciones amorosas.
En la actualidad, la sociología también explora cómo las tecnologías modernas, (redes sociales o aplicaciones de citas en línea), han cambiado la forma en que las personas se conocen, se relacionan y forman vínculos emocionales.
Naturalmente, el amor también ha sido un tema central en el arte a lo largo de la historia, siendo representado de diversas formas a través de pinturas, esculturas, música, literatura, cine y otras formas de expresión artística. Desde canciones y poemas hasta novelas y películas, el amor romántico ha sido uno de los temas más recurrentes de todos los tiempos.
En cualquier caso, la complejidad del amor tiene mucho que ver con las distintas formas en que las personas lo experimentan. Sin lugar a dudas, el amor provoca una serie de reacciones químicas, pero aún sigue habiendo muchas preguntas sin responder.
Fuente: https://www.muyinteresante.es/