Provincias bajo amenaza por inmigrantes haitianos

Santo Domingo.- La comunidad de Macasía está justamente en la cola de la República. Hace dos años el 66% de sus habitantes estaba formado por inmigrantes haitianos, porque los dominicanos decidieron abandonar las precariedades que arropaban la vida de aquel pedazo de tierra fronteriza.

El senador Adriano Sánchez Roa asegura que un proyecto del Poder Ejecutivo ha cambiado esa realidad.

Las autoridades, cuenta, le instalaron un sistema de producción agrícola bajo ambiente protegido, iniciaron un proceso de acondicionamiento de vías, y habilitaron los servicios de agua y telecomunicaciones, con el fin de crear un clima de productividad atractivo para los criollos que piensan en partir.

“Ese modelo es importante para que se preserve la dominicanidad en la frontera, porque muestra cómo puede llevarse productividad a esa zona, y cómo allí se puede conseguir el desarrollo”, explica Sánchez Roa, preocupado por una comunidad de mayor extensión: el resto de Elías Piña.

Esta provincia, con 1,396 kilómetros cuadrados de extensión, se está quedando sin gente. Actualmente cuenta con 72 mil habitantes, mientras otros 80 mil nativos tienen residencia en centros productivos como Santo Domingo, Santiago, San Juan y San Pedro.

Tomaron un viaje de ida hacia el empleo y el estudio.

A pesar de poseer diversidad de climas y suelos fértiles, la demarcación no ha pasado de la agricultura de subsistencia, según los registros del Ministerio de Agricultura. En sus zonas de valle y montaña tiene aguacate, maíz, yuca y habichuela como sus principales cultivos, sacados de la tierra con pocos recursos tecnológicos.

Por aquí no es difícil ver una yunta de buey.

“Si los haitianos no vienen, en el mercado no hay gran cosa. Porque la gente de otra provincia no viene si no hay haitianos”, dice Miguel Rodríguez, comerciante que participa del mercado de Comendador todos los lunes y viernes del año, hace más de una década. Su queja nace de la división del mercado que hizo Salud Pública para evitar que ciertos productos llegados de Haití traigan cólera al país. Y está bien fundamentada.

Los haitianos representan una importante oferta de artículos baratos (ropa, calzados, utensilios del hogar), y una demanda de alimentos más grande que la capacidad productiva de toda la provincia, y de toda la región.

Indicadores

La Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), partiendo de las proyecciones poblacionales deducidas del Censo Nacional de Población y Vivienda del 2002, estimaba la cantidad de inmigrantes de Elías Piña en 3,703 personas, mientras 39,646 aparecían en el indicador de población emigrante, para un balance migratorio de 35,943 habitantes menos. Por esta razón la provincia es catalogada por el organismo como “claramente expulsora de población”.

Provincia independencia

Hace tres años la actividad económica de Independencia se resumía, como en otras provincias de la frontera, al intercambio comercial con Haití y a la producción agropecuaria.

Hoy, mientras usted lee esta página del Listín Diario, el resumen no puede hacerse con la misma seguridad.

El flujo de comercio internacional presenta su mejor momento. Jimaní es el principal puerto terrestre de exportaciones hacia la vecina nación. Según la Dirección General de Aduanas (DGA), las recaudaciones de este punto fronterizo tuvieron un crecimiento de 16.17% en el 2010, al pasar de RD$121.20 millones a RD$140.80 millones.

Para el 2011 las predicciones del organismo quedan en números positivos.

Pero cuando se mira el panorama agropecuario los signos no son tan halagüenos.

La provincia, junto a Bahoruco, ha perdido cerca de 300 mil tareas dedicadas durante décadas a la agricultura y la ganadería, como consecuencia de la ex- pansión silente y despojadora de las saladas aguas del lago Enriquillo. “El lago sigue agarrando la zona de agricultura. Se traga todos los plátanos y guineos. Las familias viven preocupadas, porque, como ves, en la provincia no hay otra cosa”, dice el sacerdote Damuel Tavarez Rosa, a quien le toca observar de cerca la incertidumbre de las familias campesinas amenazadas por el paso del agua.

Bernarda Florián no es una de las productoras afectadas, sino de las comerciantes que padecen el problema.

Hace más de un año tiene que comprar plátanos, yuca y otros víveres más allá de la zona del lago, situación que incrementa sus costos y competitividad. A lado de su pila de productos decenas de haitianas también muestran mercancías diversas: guandules, auyama, ropa, zapatos… “El agua cogió todos los conucos. No tenemos mercancía, porque no hay quien pueda con esa laguna”, afirma Florián”, conciente de que una vez el gobierno prometió asistencia a la provincia.


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