Ojalá fuéramos indios

El devenir de un nuevo año trae sus esperanzas y desilusiones, y es propicia ocasión para reflexionar sobre nuestras experiencias y porvenir. De manera particular, he meditado seriamente sobre la conveniencia de que los dominicanos fuéramos indios.

Es probable que este deseo no sea bien visto por muchos de nuestros compatriotas, quienes de manera natural reniegan de sus ancestros y los ven como unos estúpidos que cambiaban oro por espejitos.

Esto a pesar de estudios que indican que el 15% de la población dominicana en la actualidad tiene genes taínos que no se encuentran en ningún otro lugar, y un 70% tiene ADN de origen africano.

Sin embargo, nos creemos los más puros de los nórdicos en el aspecto racial, aunque nuestras costumbres y actuaciones cada vez se asemejan a las de los más atrasados países tercermundistas.

Preferiría que fuéramos indios, y no los acéfalos y abúlicos que somos hoy. Quizás de ese modo aprenderíamos a defender nuestros derechos, tal como lo demuestra un simple análisis de la historia reciente de algunos países latinoamericanos.


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