NASA logra preservar muestras de un asteroide antes de que se pierdan en el espacio
Dos días de trabajo contrarreloj en la Tierra de un amplio equipo de ingenieros y científicos han permitido asegurar el material recogido por una sonda espacial en el asteroide Bennu, a 320 millones de kilómetros de distancia. La operación se adelantó porque las muestras del suelo obtenidas el 20 de octubre pasado en una arriesgada maniobra de la sonda Osiris-Rex se estaban saliendo del dispositivo de captura y la misión corría el riesgo de morir de éxito.
El brazo robótico de casi tres metros y medio de longitud de Osiris-Rex logró recoger tanto polvo y piedras al impactar ligeramente contra la superficie, antes de retirarse rápidamente, que algunas de estas últimas impidieron que se cerrara la tapa del todo. Como se vio a través de la cámara del brazo robótico, en parte el material se estaba escapando lentamente al espacio. Entonces la NASA decidió adelantar al 27 de octubre el inicio de la operación de sellado de las muestras, que estaba prevista para semanas después y equipos enteros se pusieron en marcha para la complicada secuencia de dar órdenes a una nave situada a tanta distancia que no se puede gobernar en tiempo real.
El tiempo que tardaba cada señal en llegar a o volver de la sonda era superior a los 18 minutos, informó la NASA, así que el equipo de control tuvo que estar durante dos días en un proceso de continuas interrupciones, para verificar que cada orden que daba se había efectuado correctamente antes de mandar la siguiente. Así, hasta conseguir que el contenedor de las muestras se introdujera en la cápsula de retorno y que esta quedara tapada y sellada. Las imágenes transmitidas por la cámara correspondiente mostraron un ligero escape de polvo y piedrecitas durante la operación, pero el equipo cree que queda más que suficiente material dentro del contenedor para conocer mejor los cuerpos más antiguos del Sistema Solar, el principal objetivo del proyecto.
En Osiris-Rex, que se lanzó en 2016, bajo la coordinación de la NASA participan universidades de Estados Unidos e instituciones de otros países, como el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), que forma parte del grupo de proceso de imágenes captadas por las cámaras de la sonda y del que seleccionó el lugar donde se tomaron las muestras. Es la primera misión de este tipo de la agencia espacial de Estados Unidos, pero no la primera en el mundo. Mientras que las muestras ahora aseguradas no volverán a la Tierra hasta dentro de tres años, en poco más de un mes se esperan que caigan en alguna parte del desierto australiano las recogidas por la sonda japonesa Hayabusa-2 en el asteroide Ryugu. El Gobierno de Australia acaba de dar su autorización para la operación.
El director científico de la misión Osiris-Rex, Dante Lauretta, de la Universidad de Arizona, estima que se han recogido varios centenares de gramos y que el dispositivo de toma de muestras alcanzó una profundidad de 48 centímetros en la accidentada superficie de Bennu, un asteroide primitivo de 500 metros de longitud que es “un auténtico pedregal”, en palabras del español Javier Licandro, miembro del equipo científico. Tanto la cantidad recogida como la profundidad alcanzada superan los cálculos previos, por lo que se han anulado los intentos posteriores previstos en caso de que hubiera fallado la primera operación. Dentro de unos meses, en marzo, la sonda se empezará a separar de Bennu e iniciará su vuelta a la Tierra.
Las palabras de agradecimiento del director científico adjunto de la NASA, Thomas Zurbuchen, dan una idea de la complejidad de la operación de conservación de las muestras del asteroide Bennu, y de la importancia de las comunicaciones, en las que participó la estación situada en Robledo de Chavela (Madrid): “Quiero dar las gracias al equipo de Osiris-Rex de la Universidad de Arizona, al centro Goddard de la NASA, a la empresa Lockheed Martin y sus socios y también, especialmente, a la Red del Espacio Profundo de la NASA y el Jet Propulsion Laboratory, que trabajaron sin descanso para proporcionarnos el ancho de banda que necesitábamos para conseguir este hito a centenares de millones de kilómetros de distancia”. Tras el esfuerzo, toca esperar tres años para comprobar el éxito de la misión.
Fuente: https://www.publico.es/