Miriam Cruz a los 13 años ya era merenguera
Miriam Cruz tenía solo 13 años cuando sus padres, Luis Thomas Cruz y Luisa Ramírez, decidieron que entrara a formar parte de Las Chicas del Can, (1982). El maestro Wilfrido Vargas ya apadrinaba la agrupación que Belkis Concepción había formado a finales de los años 70 y en la que todas sus integrantes eran mujeres.
Desde muy pequeña Miriam se destacó con su melodiosa voz. En el Ensanche Luperón siempre vio a su padre tocar la guitarra, y ser parte de algunos tríos musicales. Es precisamente su progenitor que la alienta a cantar y le alimenta el sueño de que puede ser una gran artista.
Wilfrido conocía de las virtudes vocales de Miriam, ya que entre ellos existe un parentesco familiar, y pronosticó en ella una estrella de la música dominicana. Y, como en muchas de sus predicciones, no se equivocó.
Miriam entra a trabajar en el grupo en donde también hay otras cuatro menores de edad, quienes necesitaban de documentos firmados por sus padres, autorización que les permitía trabajar y salir fuera del país. En ese entonces la madre de Belkis Concepción se encargaba de ellas.
“La primera entrevista me la hicieron aquí, en el Listín Diario, con 14 años, y por eso me dio mucha nostalgia cuando llegué y vi los jardines”, dice la hoy “Diva del merengue” durante una visita a la redacción de este periódico.
La merenguera se encuentra en la celebración de sus 38 años de carrera artística y prepara eventos especiales en Santiago y Santo Domingo, como ya lo hizo en Nueva York.
“La historia continúa” así se titula el espectáculo producido por René Brea y Alberto Cruz, con presentaciones los días 12 y 13 de octubre en el Gran Teatro Cibao, en Santiago de los Caballeros, y el 14 en el Teatro La Fiesta del hotel Jaragua, en Santo Domingo.
Primera etapa
Dejar de jugar con las amiguitas y convertirse en una cantante de merengue para Miriam en ese entonces era solo vivir una fantasía. Subir al escenario, ser parte de la música, cantar, bailar y recibir los aplausos “era como vivir un sueño”, confiesa.
Aunque el dejar a sus padre a tan temprana edad, fue muy triste para la jovencita, quien es la menor de cinco hermanos.
“Fue muy triste, me separé de mis padres muy jovencita y lloraba mucho porque las giras eran de meses y regresamos al país solo por una semana, pero luego me acostumbré”, recuerda.
A pesar de la timidez con la que entró en la agrupación y la falta que le hacían sus padres, nunca pensó en dejarla.
Recuerda que la primera vez que la llevaron a ver el grupo sufrió una especie de shock emocional, porque pensaba que sería parte de una agrupación juvenil, como se usaba en la época estilo Menudo o Los Chicos, y “vi este grupo de mujeres tocando instrumentos, tocando merengue, y me impresionó”.
Uno de los momentos más tristes que vivió en esos inicios fue cuando falleció su padre y Las Chicas del Can estaban de gira en Puerto Rico. A Miriam le solicitaron que regresara a Santo Domingo y engañada llegó al velatorio de su padre.
“Fue muy triste para mí porque mi papá no pudo ver a su niña siendo artista, pero lo demás le doy gracias a Dios porque todo lo que viví en Las Chicas del Can es lo que me ha permitido ser todo lo que soy, la disciplina, una escuela”, afirma.
Sin embargo, recorrer diez años en un conjunto musical compuesto por mujeres le permitió aprender a conocerlas.
“Yo era la niña y las mayores me cuidaban, entonces eso me ayudó a crecer, a comprender que las mujeres tenemos nuestros días y que necesitamos nuestros espacio. Es cierto, que dentro de la normalidad, hubo sus chismecitos, pero fuimos aprendiendo una de la otra, eso nos permitió estar juntas durante diez años la gran mayoría”, comenta.
Su independencia
Solo tenía 23 años cuando en 1992 le dice a su mentor, Wilfrido Vargas, que no continuaría en la agrupación, razones económicas la impulsaron a lanzarse sola y a vivir una nueva etapa que marcaría para siempre su vida.
Cuando se separó de Las Chicas del Can, el grupo continuó con una gira internacional y no recibieron las mismas ovaciones sin Miriam, así que las demás integrantes regresaron y le hicieron la propuesta a la merenguera para que formara su orquesta.
Miriam relata que ella siempre tenía sus ahorros y con eso fundó Miriam y sus Chicas, luego firmó un contrato discográfico con Karen Record y como artista tiene un crecimiento extraordinario.
En esta etapa llega el éxito de “La loba” (1992) y graba otros como “Con Agua de sal” (1994) de Manuel Jiménez, con el que participa en el Festival Oti y queda en cuarto lugar, también graba canciones a Juan Luis Guerra y a Ramón Orlando.
La familia
No había cumplido los 30 años y decide formar familia, se casa con Tuto Taveras y procrea a sus dos hijos Mayrim y Diego.
En esta etapa, Miriam se dedica a la vida del hogar a cuidar de sus hijos y aprovecha y le llega la oportunidad de hacer teatro musical personificando a “Evita Perón”, dirigida por el maestro Amaury Sánchez.
“También vino la separación y las muchas del grupo también comenzaron a formar su familia”. En esa época la música fue quedando a un lado, aunque su amplio repertorio siempre la mantuvo tocando en algunos escenarios, con una orquesta mixta.
La consagración
Miriam se define en una mujer muy creyente en Dios, en los tiempos que estuvo sola, divorciada, sin la agrupación, solo confió en Dios para que le enviara la persona que se encargaría del grupo y de su vida.
Efectivamente Dios se la envió en un solo paquete: conoció a su esposo y manager Engel Landolfi, con quien lleva una relación amorosa y comercial de 20 años.
Es en esta etapa que el éxito “Cosas de él” (2011) la devuelve a los grandes escenarios y la catapulta como la gran estrella del merengue.
En este nuevo regreso Miriam cambia de formato y Teresa Domínguez, la singular güirera, que baila con gracia el tema “Juana la Cubana”, abandona la agrupación.
Miriam la recuerda con cariño porque si hubo algún impasse pues ya se perdonaron. De la misma manera su amiga y comadre Eunice Betances quien falleciera de cáncer de mama en el 2014, y quien fue su gran amiga y madrina de su hija Mayrim.
“Eunice fue mi gran amiga y protectora cuando entré a la música, ella es un ángel para mí”, recuerda.
Trabajar con su esposo no ha sido difícil para la artista ya que ha sabido respetar los roles de Landolfi.
“He creído en él, lo he respetado como manager, como esposo sé cuándo necesita su espacio y cómo ayudarlo”, confiesa de su vida marital.