Mexicanos que regresan por navidad son extorsionados por aduaneros y policías
México.- Volver a casa por Navidad puede ser una auténtica pesadilla. En este país no preocupan las huelgas de controladores o pilotos, sino las extorsiones, vejaciones y robos que sufren quienes regresan desde Estados Unidos a manos de funcionarios de aduanas y migración, policías y grupos de delincuencia organizada.
Como los marroquíes que cada año cruzan España en las vacaciones estivales, los mexicanos viajan mayoritariamente por carretera, en vehículos cargados de regalos y artículos que son más baratos en su país de acogida; mucha de esta mercancía no llega a su destino y sus bolsillos también son forzosamente aligerados en el camino. El Gobierno reconoce los hechos como una gran lacra y hace esfuerzos, no muy exitosos, para combatirla.
Se espera que unos 700.000 emigrantes mexicanos regresen a su país para celebrar las fiestas con sus familias. A largos viajes que duran varios días, colas en los puestos aduaneros y trámites y papeleo engorrosos hay que añadir la corrupción policial, que no descansa en Navidad. El 36% de los mexicanos que cruzó la frontera gringa entre enero y septiembre de 2009 presentó quejas por este motivo, según la presidenta de la Comisión de Asuntos Fronterizos, Norma Salazar.
Los policías municipales y los de Tránsito son los más acusados; en lo que va de año se han formalizado 262 quejas y ellos acumulan el 40%. Pero es sabido que en México muchos prefieren no denunciar porque suele ser una pérdida de tiempo: sólo en un 10% de los casos declarados se llegan a depurar responsabilidades.
Tres de los cinco estados limítrofes con Estados Unidos -Tamaulipas, Sonora y Chihuahua- registran la mayor parte de casos de extorsión funcionarial; sólo la divisoria de Tamaulipas suma el 40% de ellos. La coordinadora del Programa Paisano, Itzel Ortiz, reconoce que el primer problema que sufren sus compatriotas cuando van de camino a casa “no es la delincuencia ordinaria, sino la extorsión”. Los funcionarios deshonestos recaudan un más que generoso aguinaldo navideño gracias a estos visitantes.
No es de extrañar que teman más a la Policía mexicana que a la estadounidense. El cineasta Rafael Villaseñor llevó a las pantallas en 2005¡Bienvenido paisano!, un retrato irónico del calvario que suponen estos trayectos. Cada trámite -como el ingreso por la aduana, el permiso de importación temporal para poder circular con el vehículo en México o el pago de impuestos por importación de mercancías- supone interactuar con funcionarios y el riesgo de ser extorsionado. No declarar que se portan más de diez mil dólares en efectivo está penado pero ¿quién se arriesga a confesar semejante cantidad a un trabajador aduanero?
Según las quejas, en estos filtros se piden todo tipo de documentación y facturas y se reclama la “mordida” (soborno) a cambio de agilizar la gestión o dejar pasar por alto la falta de algún papel que ni siquiera es legalmente exigible; otros la solicitan sin disimulos bajo la amenaza de decomisar el coche o los regalos que transportan. Los retenes en las carreteras, supuestamente instalados para garantizar la seguridad de estos viajeros y orientarles, son otra trampa para sus bolsillos. Circular con matrícula estadounidense en estas fechas por las carreteras mexicanas atrae a los policías corruptos como la miel a las abejas; Tamaulipas, Nuevo León y Coahuila son los principales puntos negros. Las autoridades calculan que el soborno promedio por agente es de 20 dólares.
Desconfianza hacia la Policía
Los foros y diarios mexicanos recogen testimonios como el de un soldador residente en Houston que asegura haber sido expoliado en varias ocasiones por personal de la Aduana de México; una de ellas decidió volver a Estados Unidos tras negarse a pagar la “mordida” exigida por trabajadores de esta institución en Nuevo Laredo. Todo esto se produce en un país cuya población considera que su Policía es extremadamente corrupta -la puntúa con un 4,4 sobre un máximo de 5- y donde uno de cada tres habitantes reconoce haber pagado algún soborno en el último año a proveedores de servicios privados o públicos, según un informe de Transparencia Internacional divulgado esta semana.
A ello se añaden las pocas facilidades y atenciones con sus paisanos: Enrique Carranza, procedente de Nueva Jersey y con destino al Estado de Puebla, explica a El Confidencial que espera desde hace días para importar los autos y camionetas en los que viaja con su familia. Mientras tanto, duermen a la intemperie, comen donde pueden y el dinero que traían se agota sin que lleguen los documentos de importación.
Consciente de la situación, el Gobierno de la República instauró en 1989 el Programa Paisano en coordinación con otras instituciones, con una operación especial de invierno que acaba de ponerse en marcha y se prolongará hasta el 10 de enero. Se trata de dar a los viajeros la información y herramientas necesarias para evitar la vulneración de sus derechos, aunque no siempre se consigue, y facilitar las denuncias por corrupción y abusos de autoridad. En su presentación, el ministro de Gobernación, Francisco Blake, exigió a los funcionarios que “se conduzcan con honestidad, profesionalidad y legalidad” tras reconocer que sus compatriotas de visita son “víctimas de actos de violencia o de violación de sus derechos” además de arriesgar su “integridad física y patrimonial”.
Para ayudarles, se ha editado una guía que explica todos los trámites a realizar y cuáles implican algún costo. “El formato estadístico para mexicanos es gratuito, ¡recuérdalo!” o “no te dejes extorsionar” son algunas de sus llamativas frases. También se recomienda viajar en caravanas y comunicar los itinerarios a las autoridades para evitar la acción de la delincuencia organizada, otra estación de este vía crucis. Ya se ha convocado una para el 20 de diciembre que partirá desde un centro comercial de Laredo (Texas) con la esperanza de, al viajar en grupo, evitar robos y secuestros.
Viajar en avión -más caro- o en autobús -más pesado- no libra de de esta odisea. En ambos casos hay que tratar con aduanas y migración y, en el transporte por carretera se sufre igualmente el acoso de los retenes policiales y de los grupos delictivos organizados, que irrumpen en los vehículos y despluman al pasaje. La vuelta, con algún kilo sobrante en el cuerpo pero más liviano equipaje, supone la penosa reedición del trayecto inicial.