La música de fondo no te ayuda a ser más productivo
La música de fondo es un estímulo sensorial que influye en el rendimiento cognitivo de las personas. Desde hace décadas se ha afirmado que la música de fondo mejora la creatividad para tareas que involucran habilidades espaciales como dibujar o diseñar. Basta recorrer las listas de reproducción de Spotify para encontrarnos cientos de recopilatorios bajo títulos como “Música para trabajar”, “18 horas de música para concentrarse”, y un basto catálogo de ejemplos similares. Ahí encontramos desde música clásica de Beethoven o Liszt a baladas de Otis Redding y Stevie Wonder.
Pero lo cierto es que el efecto que crean en nosotros es justamente el contrario. Escuchar música de fondo reduce nuestras capacidades, según varios estudios científicos.
El estudio. Los psicólogos de varias universidades en Lancashire, Gävle y Lancaster investigaron el impacto de la música de fondo en la interpretación y concentración presentando a varias personas problemas de percepción verbal que requieren de creatividad. A los participantes se le mostraron tres palabras (p. Ej., Vestido, reloj, flor), con el requisito de encontrar una palabra asociada (en este caso, “sol”) que se pueda combinar para formar una palabra o frase común (p. Ej. , vestido soleado, reloj de sol y girasol) mientras escuchaban canciones con letras extranjeras y desconocidas para ellos, música instrumental sin letra y canciones con letras conocidas y familiares.
Descubrieron que la música de fondo “perjudicaba significativamente” la capacidad de las personas para completar esas tareas, pero no había ningún efecto para el ruido de fondo constante de, por ejemplo, una biblioteca.
¿Por qué? Los investigadores sugieren que esto puede deberse a que la música y el ruido interrumpe la memoria de trabajo verbal. ¿Y por qué no el de la biblioteca? Probablemente porque ese ruido proviene de un entorno de “estado estable” que no es tan perturbador.
Las secuencias auditivas en las que una serie de elementos difieren de un elemento a otro (como tonos, sílabas y palabras) en términos de frecuencia, tono o timbre son más disruptivas que una serie dentro de la cual se repite el mismo elemento constantemente. Esto explica porque si trabajamos en un parque con el sonido de los pájaros o de un lago no sufrimos una pérdida de concentración. Aunque sí lo haríamos si dos niños se ponen a chillar a nuestro lado.
Ruido. Se ha demostrado que el ruido aperiódico, como el ruido blanco y el ruido rosa, afecta la creatividad. Varios estudios sugieren que un ruido blanco de alta intensidad, en comparación con una condición sin control de ruido, afecta al desempeño de cualquier tarea. Además, un alto nivel (85 dB) de ruido rosa intermitente, en comparación con el continuo, reduce la creatividad en una tarea artística o de escritura como podría ser la poesía.
Incluso, un estudio que utilizó sonidos ambientales más naturales para parecerse al ruido de un restaurante (con el balbuceo de varios hablantes y el sonido de cubiertos) a un nivel moderado (70 dB), demostró que mejoraban el rendimiento creativo en comparación con un ruido de bajo nivel (50 dB) pero discontinuo.
Cómo funciona la mente. Cuando trabajamos o nos enfrentamos a un problema mental existen dos etapas cognitivas. La primera implica estudiar un problema o dilema, evaluar las soluciones obvias y darse cuenta de que ninguna de ellas funciona. En este punto, si sigues enfocándote demasiado en un problema, tiendes a hacer más difícil para el cerebro proponer ideas diferentes o novedosas. Es como una estrella tenue que desaparece cuando la miras fijamente. Para ver la estrella, hay que mirarla con el rabillo del ojo, y las ideas creativas son similares. Es decir, debes desviar tu atención de las ideas fuertes y obvias para evitar aplastar a las demás.
Una vez que una persona ha examinado de cerca un problema y se ha topado con un obstáculo, la siguiente etapa creativa es la “incubación”. Durante esta etapa, hay algún tipo de proceso continuo en la mente en el que todavía estás reflexionando sobre el problema a un nivel inconsciente. Este período de incubación a menudo es ese en el que acabas soltando un “¡ajá!” como cuando no logras recordar una palabra, pero luego te viene a la cabeza de repente, después de haber creído que habías dejado de pensar en ello.
¿Y la música? Durante esa primera etapa, escuchar música puede ser una distracción o bloquearte. Sobre todo cuando intentas resolver múltiples procesos cognitivos, algunos de los cuales requieren atención enfocada (como escribir o explicarle algo a alguien). En cambio, puede ayudarte a hacer más fructífera la incubación de nuevas ideas. Si estás atascado en un problema y buscas inspiración creativa, tomarse un descanso para escuchar música o dedicarse a “divagar” puede permitirle al cerebro la libertad que necesita para “desenterrar” nuevas ideas o conocimientos.
Estado de ánimo. Con esto, aún no tires tus altavoces por la ventana, pues existen estudios que también indican que dependiendo del tipo de tarea creativa con la que esté lidiando una persona, ciertos tipos de música pueden ser útiles. Algunas sugieren que escuchar música puede reducir la ansiedad y mejorar el estado de ánimo, y estos cambios podrían facilitar ideas creativas.
A todo se le suma que cada persona es un mundo. Hay quien afirma que no puede trabajar sin tener los auriculares a toda potencia en las orejas y a quien le basta escuchar el sonido de una mosca para echar a perder toda su concentración. Tampoco es lo mismo escuchar la banda sonora de Memorias de África, del gran John Barry, cuyos patrones (además ser conocidos por casi todo el mundo) son bastante predecibles que escuchar el estruendo de cualquier ópera de Wagner, que como decía Woody Allen, incluso le entraban ganas de invadir Polonia.
Fuente: https://magnet.xataka.com/