La mayor misión a Júpiter busca vida en océanos sepultados bajo el hielo

Júpiter es tan grande y violento que muchos astrónomos lo comparan con una estrella maternal en torno a la que orbitan los planetas, en este caso sus más de 80 lunas. Entre ellas están las cuatro que descubrió Galileo en 1610 y cuya simple existencia ayudó a derrocar la teoría de que la Tierra es el centro del universo: Calisto —uno de los cuerpos más antiguos del sistema solar—, Ío —la que tiene más volcanes—, Europa y Ganímedes —la mayor de todo el sistema solar—. Júpiter está a una distancia media del Sol de 778 millones de kilómetros, cinco veces más que la Tierra, pero aun así se piensa que dentro de varios de estos satélites hay vastos océanos de agua líquida donde puede haber vida.

“Hace unos años hubiera dicho que era impensable encontrar seres vivos en este entorno, pero ahora sé que estamos cerca de conseguirlo”, reconoce la astrofísica española Luisa María Lara en una entrevista telefónica camino del puerto espacial europeo de Guayana Francesa, desde donde el jueves se lanza la misión Juice de la Agencia Espacial Europea (ESA).

En 2007, cuando se aprobó esta misión, Lara tenía 40 años. Ahora tiene 56 y, dentro de ocho años, cuando la nave llegue a Júpiter, le quedará un año para jubilarse. “Tendré un año para disfrutar de los nuevos datos y luego me retiraré”, asegura Lara, científica del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC) que ha participado en el desarrollo de dos de los 10 instrumentos científicos de la misión. El final de Juice quedará aún lejos, en 2035, cuando la nave se estrellará contra la gélida superficie de Ganímedes dejando un cráter de unos dos metros de diámetro.

“Esta misión es una bestia”, resume Nicolás Altobelli, francés de 46 años y jefe de las actividades científicas de la misión, que se dirigirán desde el centro de la ESA en Villanueva de la Cañada, a las afueras de Madrid. Los paneles solares tienen una superficie similar a la de un piso mediano —85 metros cuadrados—, los mayores jamás creados para una misión interplanetaria. La masa total de la nave es de seis toneladas, más de la mitad solo de combustible necesario para realizar todas sus maniobras científicas, sobre todo los saltos orbitales entre Calisto, Europa y Ganímedes. La nave es tan grande y pesada que para enviarla desde Europa a la Guayana Francesa ha habido que utilizar uno de los aviones más grandes del mundo, el Antonov 124, operado, a pesar de la guerra, por una empresa de Ucrania.

Juice es el acrónimo inglés de explorador de las lunas heladas de Júpiter. Es preciso que despegue exactamente el jueves a las 14.15 hora peninsular española. Esto le permitirá optimizar al máximo el combustible, realizando una compleja coreografía interplanetaria en la que ganará velocidad usando la fuerza de gravedad de la Tierra, la Luna y Venus, en un total de cuatro sobrevuelos y ocho años de viaje. Es tanto tiempo que la programación informática de la sonda se podrá actualizar desde Tierra para que no se quede obsoleta, explica Altobelli, líder científico de un proyecto de 1.600 millones de euros y que involucra a unas 2.000 personas.

La inmensa mayoría de los 5.000 exoplanetas conocidos más allá de nuestro sistema solar son mundos como Júpiter. Probablemente, también tienen varias lunas heladas alrededor. Los descubrimientos que pueda hacer esta sonda en las lunas galileanas, argumenta Altobelli, pueden cambiar la forma de pensar sobre estos mundos y la posibilidad de que haya vida en ellos. “Uno de los requisitos habituales es que haya oxígeno, pero ese gas no fue necesario para la aparición de vida en la Tierra primitiva”, resalta el astrofísico. “Otra cosa es que necesitas oxígeno para que aparezca vida compleja como la hay en la Tierra en la actualidad”, añade.

La presencia de agua líquida es una condición esencial para que pueda haber vida, pero no basta. Debe haber también un fondo rocoso con los elementos esenciales para cualquier forma de vida, que los científicos planetarios llaman CHNOPS: carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre. La primera luna que visitará Juice, Calisto, puede albergar un océano en contacto con la roca del fondo, con lo que podría reunir esas condiciones. Pero confirmar que hay vida ahí abajo es un descomunal reto para la tecnología humana, pues probablemente el agua líquida está a unos 250 kilómetros bajo el hielo. A pesar de ello, esta luna es interesante por sí misma, resalta Claire Vallat, científica de la misión. “Es uno de los cuerpos más antiguos del sistema solar; ha sido testigo de toda su historia y apenas sabemos nada de cómo es su estructura interna”, resalta. Los instrumentos abordo de la nave permitirán cartografiar la superficie y prospectar su interior gracias a cámaras de luz visible, láser y radar, entre otros.

Después le tocará a la favorita en las apuestas de la habitabilidad, Europa, que la sonda sobrevolará dos veces a unos 400 kilómetros de altura. “Esta luna debería tener muchos más cráteres de los que vemos y creemos que algo los está borrando”, resume Vallat.

En este satélite hay volcanes de hielo, similares a los de la Tierra, pero hechos íntegramente de agua congelada de diferentes densidades y temperaturas. Las coladas de “hielo templado” renovarían periódicamente la superficie, lo que explicaría el misterio. En esta luna el océano está a unos 100 kilómetros de profundidad, totalmente inalcanzable, pero en este caso hay pruebas indirectas de que hay géiseres en el fondo rocoso que escupen partículas y tal vez también microbios hasta el exterior. Es posible que Juice y la sonda orbital de la NASA Clipper, que se lanzará en 2024, puedan localizar los géiseres y, en el caso de la misión europea, identificar posibles bolsas de agua líquida que hayan quedado cerca de la superficie.

La última parte del proyecto llegará con un récord histórico: en 2034 Juice se convertirá en el primer satélite artificial en órbita de un satélite natural: la luna Ganímedes, más grande que Plutón y Mercurio y la única que tiene un campo magnético. La sonda europea pasará nueve meses en este mundo de 2.631 kilómetros de radio. Su objetivo es realizar una tomografía, como si fuera un paciente, lo que incluirá el mapa más detallado de su superficie y una estimación de su estructura interior.

Ganímedes podría albergar más agua que la que hay en toda la superficie de la Tierra. Estaría también en un océano de agua salada sepultado a 150 kilómetros bajo el hielo. Es posible que el enigmático campo magnético lo genere el movimiento de rotación de esa enorme masa de agua líquida. Para averiguarlo, Juice lleva un magnetómetro instalado en la punta de una antena de 10 metros, fabricada por la empresa española Sener, que medirá el campo magnético desde una distancia suficiente para que el resto de sistemas de la nave no provoquen interferencias.

En 2035 la sonda gastará su último combustible en poner rumbo a la superficie de Ganímedes, donde se estrellará. Los organismos que supervisan la contaminación de otros mundos con vida terrestre consideran que no hay riesgos de que si hay microbios a bordo puedan sobrevivir a las condiciones de esta luna. Para Juice, morir en Ganímedes es también una forma de asegurarse de que la vida terrestre no invade la interesantísima Europa.

Fuente: https://elpais.com/


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

*