¿La humanidad fue realmente a la Luna?
El 16 de julio de 1969 la icónica misión Apolo 11 –la quinta de la serie de vuelos tripulados de este programa de la Nasa– despegó desde Cabo Cañaveral, Florida (EE. UU.), con el comandante Neil Armstrong, el piloto del módulo de comando y servicio, Michael Collins, y el piloto del módulo lunar, Edwin ‘Buzz’ Aldrin a bordo. Cuatro días después, el 20 de julio, Armstrong y Aldrin se convertirían en los primeros hombres en poner sus pies sobre la Luna.
Esto ocurrió seis horas y media después de que el módulo lunar Eagle aterrizara con éxito en el Mar de Tranquilidad. Se estima que unas 600 millones de personas fueron testigos por televisión del descenso del primer hombre a la Luna. Una escena que Armstrong marcó para la posteridad con la famosa frase “Este es un pequeño paso para un hombre, pero un salto gigantesco para la humanidad”.
Aunque este es uno de los momentos más recordados y destacados de la carrera espacial, y el inicio de la exploración humana de la Luna, la historia de la Nasa con el satélite natural no se resume en esa única escena. Entre 1968 y 1972, como resultado del programa Apolo, Estados Unidos lanzó nueve misiones humanas a la Luna. Seis de ellas alunizaron de manera exitosa, con doce hombres que caminaron en la superficie del único satélite natural de la Tierra.
Incursiones que permitieron lograr grandes avances para las ciencias aeroespaciales y en los conocimientos que se tenían sobre la geología lunar. Después de que en la misión Apolo 11 Armstrong y Aldrin pasarán dos horas y media sobre la superficie lunar, tiempo durante el cual recorrieron el terreno, recogieron 22 kilogramos de muestras de suelo y rocas lunares e instalaron instrumentos científicos para la detección de sismos, el estudio de partículas solares y un reflector láser, las siguientes visitas de la humanidad a la Luna fueron cada vez más complejas y sofisticadas.
En las últimas tres misiones –Apolo 15, 16 y 17– apareció en escena el róver lunar, un vehículo que llevó a otro nivel las exploraciones en la superficie lunar al permitirles a los astronautas desplazarse varios kilómetros de su lugar de alunizaje. De las dos horas de Armstrong y Aldrin, para la última visita que se hizo a la Luna con la misión Apolo 17 se superó el récord de la estancia más larga y de mayor tiempo de exploración con 22 horas de una estadía de tres días en el valle de Taurus-Littrow.
“Lo que pasó entre el 68 y el 72 son hazañas que solo pueden calificarse con el adjetivo de increíbles”, comenta el divulgador científico Germán Puerta. Por eso no es tan extraño encontrarse de tanto en tanto con personas que ponen en duda que la humanidad estuvo alguna vez por esos lares. “Está esa mitología de la película 2001: odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, de 1968. Las simulaciones de la superficie lunar cuando están allá con el cráter y el monolito son perfectas, es como si uno estuviera allá en la Luna. Por eso surgió la falsa idea de que las transmisiones se hicieron ahí, desde los estudios de Kubrick”.
Que la bandera de Estados Unidos se movía en un contexto en el que no había viento, que estaba muy recta para ser natural, o que en las fotos faltaban las estrellas en el cielo, fueron algunos de los detalles sacados a relucir por los conspiracionistas en la época y que han sido rebatidas constantemente por los científicos y los mismos astronautas que hicieron parte de estas misiones.
“No se preocuparon por investigar que el mástil tenía un soporte metálico perpendicular, justamente para mantener la bandera recta. Y ¿por qué la bandera se mueve si no hay aire en la Luna? Pues, precisamente por esta misma razón. En el vacío un objeto impulsado no encuentra resistencia atmosférica y puede oscilar durante más tiempo”, explica Puerta sobre estas ideas de quienes dudan, mientras que para el argumento de las estrellas señala que “cualquier fotógrafo sabe que al captar un primer plano brillante, como la superficie lunar, se elimina el registro de un cuerpo poco luminoso en segundo plano”.
Teorías conspirativas que como las de los terraplanistas han encontrado ahora un lugar en las redes sociales, cincuenta años después del último viaje a la Luna, con preguntas como por qué la Nasa dejó de ir por tanto tiempo o por qué ahora, ad portas de embarcarse finalmente en el regreso con su programa Artemis, deben probar de nuevo que sus cohetes son capaces de llevar a los seres humanos a salvo hasta el satélite natural.
“A la Luna dejaron de ir porque una vez que se ganó el premio mayor –estableciendo a Estados Unidos como el rotundo ganador de la intensa carrera espacial impulsada por la Guerra Fría–, los aspectos políticos les dieron paso a los financieros. Además, la Luna en los 70 era como aburrida, no había agua, aire, ni petróleo, ni diamantes, entonces se perdió mucho el interés. De hecho, las misiones Apolo 16 y 17 salían en las páginas interiores de la prensa, nadie les ponía atención”, recuerda Puerta sobre ese momento.
De esta manera, por falta de recursos, las misiones Apolo 18, 19 y 20 se cancelaron, aun con los cohetes Saturno V que las llevarían al espacio ya construidos.
“Con uno se llevó la misión Skylab (la primera estación espacial estadounidense), y los otros dos quedaron exhibidos, uno en el Kennedy Space Center y el otro en Houston”, detalla Puerta.
Pero el escenario ha cambiado y ahora la Luna es de nuevo atractiva. En 2009 la humanidad descubrió que contiene millones de toneladas de agua congelada en su polo sur, gracias al Satélite de detección y observación de cráteres lunares (Lcross). Hielo que, de acuerdo con la Nasa, puede ser extraído y purificado para obtener agua, separado en oxígeno para respirar o en hidrógeno para producir combustible para cohetes.
Recursos que la agencia espacial estadounidense ahora espera aprovechar como parte de su programa Artemis, con el que tienen planeado regresar a la Luna, pero de una manera completamente diferente a como lo hicieron hace 50 años. Ya no se trata de desarrollar la tecnología necesaria para poder llegar y explorar un espacio limitado, el objetivo ahora es llegar a áreas donde nunca han estado los humanos y establecer una presencia permanente, explica Sasha Sims, jefa de personal de los Sistemas Terrestres de Exploración de la Nasa.
“Estas misiones van a tratar de establecer una presencia permanente en la Luna para poder ver qué recursos nos puede ofrecer que nos ayude a reducir la dependencia en la Tierra (para los viajes espaciales) y una vez encontremos esos recursos la idea es que los podamos utilizar para desde ahí poder ir en dirección hacia Marte”, dice Sims.
Y aunque suena simple, la tarea no es fácil. En este nuevo capítulo de la exploración humana del espacio, necesitaban un nuevo cohete capaz de llevar a salvo no a la cápsula que transportará a los astronautas que visiten la Luna, sino las toneladas de suministros que tomará establecerse en la Luna, para lo que desarrollaron el Sistema de Lanzamiento Espacial (SLS), que pondrán a prueba con un nuevo intento de lanzamiento de la misión no tripulada Artemis I el próximo sábado.
Además, la Nasa, con la ayuda de sus aliados internacionales y privados –como SpaceX–, esperan en los próximos años, antes de que la primera mujer y la primera persona de color pisen suelo lunar en la misión Artemis 3, posicionar en la superficie del satélite vehículos de exploración, experimentos científicos y sistemas calificados para humanos.
Como salido de una película de ciencia ficción, como suele ocurrir con estos emprendimientos espaciales, al programa Artemis lo complementará la construcción y la puesta en órbita en los próximos años de la estación lunar Gateway, infraestructura que marcará una diferencia abismal con la manera como se aterrizaba en la Luna en las misiones del programa Apolo.
La idea de la Nasa es que una vez esté en funcionamiento Gateway, las cápsulas Orión, en lugar de servir como un módulo de mando lunar que orbite la Luna mientras los astronautas bajan en un pequeño módulo de aterrizaje –como ocurría con las naves utilizadas en las misiones Apolo–, se acoplarán a la estación, que orbitará constantemente la Luna y que contará con un robusto módulo de aterrizaje que lleve a los humanos a la superficie del satélite de manera segura.
Además, Gateway será capaz de ajustar su órbita para permitir el acceso a toda la superficie de la Luna, algo que no era posible en la época del programa Apolo, cuyas misiones solo tuvieron acceso a las regiones ecuatoriales del satélite. Con estas características, la Nasa espera que esta estación se convierta en un hub entre la Tierra y todo lo que aguarda más allá en el espacio profundo.
Pero ¿por qué EE. UU. decidió tomarse tremendo esfuerzo, que en materia económica se estima costará unos 4.100 millones de dólares por cada lanzamiento?
Como ocurrió hace 50 años, una vez más la competencia es factor clave, esta vez representado en países como China, interesada también en establecerse en el polo sur de la Luna para aprovechar sus recursos. Sin embargo, sus motivos van más allá.
El administrador de la Nasa, Bill Nelson, ha comparado el propósito de llegar de nuevo a la Luna y luego a Marte con cumplir nuestro destino como una especie que es por naturaleza exploradora y recordó que cuando se han embarcado en aventuras hacia lo desconocido se han conseguido desarrollos que han mejorado la vida en la Tierra.
Estados Unidos quiere traer el sistema solar y lo que hay más allá a su ámbito económico. Y espera que esta vez, con espectadores viéndolo en primera fila y con transmisiones en 4k, a nadie le quede lugar a dudas de que definitivamente sí pasó.
Fuente: https://www.eltiempo.com/