La experiencia de navegar el buque Gloria por el mundo

“El mar y el viento nos han tratado muy bien, son bastante dinámicos, muchas situaciones manejables y, como decía Laureano Gallardo, ningún mar en calma hace experto a un marinero; estamos cumpliendo con ese precepto”, afirma el comandante del Buque Escuela ARC Gloria, capitán de navío Jairo Eligio Orobio Sánchez.

La entrevista con El Espectador se hace en la mitad del mar. Su tripulación está compuesta por 82 tripulantes y 66 alumnos de la Escuela Naval de Cadetes, quienes navegarán 7.200 millas náuticas en 80 días, llegando a puerto en seis países.

El capitán Orobio habla fuerte, sus palabras se mezclan con la brisa del viento y algún pito marinero que se escucha al fondo del teléfono. “Estamos en este momento rumbo a Veracruz, entrando al trópico de cáncer, la noticia es buena porque se nos va el frío con agua y el viento de 16 grados, espero que se sigan forjando estos marinos”.

Hablamos de las condiciones de navegación y me dice que el mar está como lo pintan los poetas, este no forja el espíritu y carácter marinero. “Necesitamos un mar fuerte para que ellos, la tripulación, le tengan respeto, el sabor y las ganas para que vean que la navegación no es fácil”. Lo encontrarán más adelante.

Este oficial naval es el primer afrocolombiano comandante del Buque Escuela ARC Gloria, tiene 48 años y le preguntó por su primer puerto en este crucero: Nueva York. Navegaron 12 días y fueron más de 1.800 millas náuticas recorridas desde Cartagena. Estaba allí para celebrar los 200 años de relaciones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos.

En total, 4.394 personas visitaron el buque en su corta estadía, sostiene. “Pudieron haber sido más, pero solo estuvimos un día. Los colombianos llegaban al buque y no se querían ir, es una de las sensaciones indescriptibles que se vive a bordo”.

Recuerda que en las cubiertas del velero tuvo la visita de autoridades en cabeza del embajador Juan Carlos Pinzón, representantes del sector político de los Estados Unidos, así como sectores empresariales y la academia. “Allí se siente el trabajo de la tripulación, representándolos a ustedes que están allí, en el país”.

De un mar pasado al presente

El velero estaba atracado, término marinero que se usa para decir que se encuentra asegurado en tierra, en el Muelle 86, junto al Museo Naval, Aéreo y Espacial Intrepid, ubicado en Manhattan. Hasta allí llegó otro grupo de marinos, con la condición especial del recuerdo y la vivencia que únicamente dan las velas, las jarcias y las cubiertas del buque, todo protegido por el dios de los mares y María Salud, ese mascarón con la figura de una mujer que el buque lleva en su proa.

Hace 28 años ellos también arribaron a Nueva York en su crucero de entrenamiento, eran unos jóvenes de 18 años, hoy ya son marinos curtidos por el tiempo, el viento y la sal marina. Algunos como capitanes de navío y otros en uso de buen retiro.

“En 1994 un grupo de cadetes subimos por alto toda la arboladura del ARC Gloria para hacer la entrada al puerto de Nueva York, en ese entonces todavía existían las torres gemelas, ese día nos levantamos muy temprano para preparar todo el buque, la subida por alto”, recuerda el capitán de fragata Víctor Hugo Arango Pérez, quien estuvo 21 años en la Armada.

“Verlo nuevamente en la misma forma te llena de orgullo y entendemos que cambian las personas, pero las costumbres, la disciplina y tradición naval siguen igual como hace 28 años”. Con la voz entrecortada recuerda a la mascota de su crucero, “Chicote”, que está en los Récord Guinness por ser el perro que más ha navegado por los mares del mundo.

El buque, después de Nueva York, llegó a Veracruz, México, donde participó en la clausura de Velas Latinoamérica. “Es un puerto con mucha historia, cultura y una variedad gastronómica impecable. Su gente es muy trabajadora, alegre y servicial. Estuvimos tres días y nos faltó tiempo para disfrutarla y mostrar lo que significa representar a Colombia”, indicó la Teniente de Corbeta Ana María Girón, oficial de comunicaciones e información pública.

Ella forma parte del grupo de mujeres que navega en el Buque, compuesto por dos oficiales, ocho guardiamarinas y una cadete. De México, el buque navega en estos momentos a Kingston, Jamaica, donde participará en la Travesía Ultramar 2022.

De Juradó en el Chocó a los mares del mundo

“Colombia es un país rodeado de agua por todas partes, menos en el corazón de los marinos, donde la patria es amor”, dijo el padre del nadaísmo, Gonzalo Arango, sobre su experiencia de navegar. La frase está en una placa en uno de los pasillos del velero. Poesía que puede significar la vida de los marinos a bordo del velero.

El capitán de navío Jairo Eligio Orobio Sánchez, comandante de este buque, es atento, sonríe con facilidad. Nació en Juradó, en el Chocó. Sus padres son del Cauca y siempre en sus cuadernos y tareas estaba el mar. La razón era muy sencilla.

Los tres primeros años de bachillerato asistió a clases de hombres de mar y sociedad. “En noveno se enseñaba recursos vivos, luego marinería, navegación y, en el último año, oceanografía general”. Hace una pausa y me recuerda que en el país solo tres colegios tenían esa modalidad: el Luis López de Mesa en Bahía Solano, el Pascual de Andagoya de Buenaventura y el Liceo nacionalizado en Tumaco. “Desafortunadamente, esos programas, desconozco la razón, ya no están”.
Se fue a la Armada muy joven y dice que nunca se ha sentido discriminado. Está orgulloso de su color de piel y el servicio que le hace al país. “La marina hizo un gran ejercicio, en el caso nuestro, nunca me he sentido vulnerado y mi formación fue muy equilibrada, precisa y equitativa, vigilante de la salvaguarda de todos, no haciendo excepciones con grupos particulares”.

Es muy académico, lee constantemente y conoce el velero. La primera vez que estuvo en el ARC Gloria fue en su crucero de cadete, la vuelta al mundo, febrero a noviembre de 1997. Dice que allí aprendió de los vientos, las jarcias, las velas, navegar con las estrellas, un sextante y mantener las cubiertas brillantes.

Posteriormente, fue oficial en el 2004 como jefe de división y luego segundo comandante en el 2020. Un crucero especial porque ya eran épocas de pandemia.

Navegaron cumpliendo el propósito de entrenamiento, bajo estrictas normas de atención al virus.

Mira su celular y dice que los tiempos cambiaron mucho, ahora es solo tener una red social y saber del crucero. Recuerda otras épocas cuando era cadete y se quería llegar pronto al puerto para buscar una cabina telefónica y llamar por breves minutos a la familia. Contar que estaba bien.

“Uno tenía el listado de los puertos, se mandaba una postal al zarpe, contando el próximo puerto, cuando se llegaba casi siempre estaba la carta de la familia. Hoy con las redes esa magia se ha acabado, la inmediatez permite enviar la información, compartir las fotos, inclusive los padres me llaman con frecuencia”.

Entonces le preguntó por la familia, hace un breve silencio “Los días no son largos en el mar, pero sí la ausencia de la familia. Se pasan con la fe y los recuerdos.

Uno tiene dos luceros como reza la oración del marino, el de mi patria y el de mi hogar. A uno eso lo motiva permanentemente”.

Le faltan días de mar al Capitán de navío Jairo Eligio Orobio, dentro de poco volverá a Cartagena para hacer un relevo de alumnos, para luego zarpar el 25 de julio a San Juan de Puerto Rico, donde participará de las actividades programadas para celebrar los 500 años de fundación de la ciudad.

Después con el mar y el viento hacia Willemstad, Curazao y finalmente regresará a Colombia.

“Estar en estas cubiertas, así como soy privilegiado, eso también significa una serie de responsabilidades, unos deberes y unas obligaciones que son proporcionales a lo que se siente. Uno está con un gran compromiso de país y hay que ser superior al mismo para cumplir la misión”.

Fuente: https://www.elespectador.com/


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