Haitianos invaden zonas de la reserva de Valle Nuevo de Constanza
Santo Domingo. – Muchos haitianos indocumentados están ocupando zonas de la reserva de Valle Nuevo, de Constanza, luego de que campesinos dominicanos fueron desalojados de esta área y el Ministerio de Medio Ambiente prohibiera allí la siembra de cultivos agrícolas, según reportan medios de prensa locales.
De 700 personas que residen en las comunidades La Curva y El Convento, en el área de influencia de Valle Nuevo, 590 son haitianos, según un censo realizado por entidades de la zona, dice el periódico Listín Diario.
“Aquí están por todos lados y se mueven con plena libertad, sin temor de que ninguna autoridad los va a molestar, exigiéndoles pasaporte o cualquier otro dato que precise su identidad, el lugar de procedencia, cómo llegaron y quién es el responsable de que hayan convertido esta zona en un pequeño Haití”, dijo el labriego Odalís Plasencia, quien se dedica a arar tierra con una yunta de bueyes.
Agregó que “hay muchos y siguen llegando más, porque muchas personas echaban días en las parcelas agrícolas de El Castillo, La Siberia y El Convento”.
De su lado, José Furcal, oriundo del paraje Los Peralta, de Azua, pero residente en El Convento, manifestó al Listín Diario que está pensando en regresar a su pueblo porque los haitianos han desplazado la mano de obra dominicana.
Subrayó que él subsiste echando días en las parcelas, pero que en El Convento, Medio Ambiente prohibió los cultivos agrícolas en una parte, pero los permite en otras. No obstante, expresó que en la zona donde se acepta la actividad agropecuaria, los dueños de parcelas, invernaderos y granjas tienen como trabajadores a ilegales haitianos, dejando sin trabajo a los dominicanos.
“Queremos trabajar, pero nadie nos da empleo; los haitianos son los que trabajan, los dueños de las tierras agrícolas los prefieren a ellos, no se por qué”, se quejó.
Los pocos pobladores dominicanos que residen en el Convento y La Curva expresan que muchos haitianos ocupan casas que han sido abandonadas por sus dueños, mientras los pocos criollos que todavía conservan las suyas y que dependen de una agricultura de subsistencia, están atemorizados, no sólo por los escándalos, trifulcas y agresiones que se dan frecuentemente en la comunidad extranjera, sino por el peligro que corren de ser agredidos ante el mínimo reclamo que les hagan a los indocumentados.