España se deja 11 millones en ‘blindar’ su buque de combate más desprotegido

No es nada nuevo que la defensa cercana y la antimisil de los buques de la armada española era una asignatura pendiente. Un hecho, además, que contrasta con las enormes capacidades militares de algunos buques, como las fragatas F-100 o el mismísimo Buque Insignia, el LHD Juan Carlos I que, mantenían sin cubrir este flanco. Pero esta situación ha cambiado y, tras las pruebas e instalación en otras unidades, el ansiado armamento defensivo llega a la ‘joya de la corona’.

Después de diez años tras su entrada en servicio, por fin se va a dotar de armamento defensivo al mayor buque de nuestra marina de guerra. Es el resultado de un contrato firmado entre la Armada y la empresa española Escribano M&E. Pero, quizás, más importante que el hecho de que se empiecen a instalar estos medios de protección, está la decisión de la Armada de acometer esta imperiosa necesidad de armar sus buques para defensa cercana.

Este proceso ya se puso en marcha en abril del año pasado con la adjudicación a la empresa Escribano M&E de un contrato para el suministro de 34 montajes RWS (Remote Weapon System) para buques de la Armada por un importe de casi 6,5 millones de euros. Estos equipos serían del modelo Sentinel 2.0 y a esto habría que añadir el reciente contrato firmado con esta misma empresa, por un importe de 4,6 millones de euros y para el suministro de cuatro montajes Sentinel 30 destinados a los patrulleros de altura.

Los nuevos equipos, que ya funcionan en varios buques y que en estos días se están instalando en el Juan Carlos I, son los Sentinel 2.0. Se trata de una versión naval basada en el Guardian 2.0 para vehículos terrestres, también de Escribano M&E, y que es muy probable que dote algunas de las versiones del blindado 8×8 Dragón. Es un sistema probado que se ha demostrado muy eficaz. Utiliza las ametralladoras pesadas Browning calibre .50 (media pulgada o 12,7 mm), un arma en servicio con numerosas fuerzas armadas del mundo. En España, y por supuesto en la Armada, son de dotación y empleo habitual. Es un arma fiable y muy potente. Utiliza munición 12,7×99 y es letal contra objetivos poco protegidos.

Los Sentinel 2.0 reemplazarían sendas posiciones de tiro manual ya existentes en los buques y que utilizan la misma ametralladora. Están equipados con una cámara infrarroja, una cámara de visión diurna y un telemetro láser (LRF) que permiten al operador, que maneja una consola en el interior del buque, la localización y seguimiento de objetivos, tanto en condiciones diurnas como nocturnas. El sistema también tiene capacidad para seguimiento automático de blancos, lo que permite mantener el arma apuntando a un objetivo de manera automática. Es de destacar que todos los elementos ópticos del montaje también son de diseño y fabricación por Escribano M&E y además que cuenta con dos interesantes peculiaridades: la posibilidad de desconexión de los automatismos y la operación manual del arma y la integración de un simulador para el adiestramiento de los operadores.

Los montajes se están instalando dos por buque, salvo en el Juan Carlos I que se instalan cuatro. Hasta ahora ya están montados en varios buques, como el BAA Castilla (L-52), BAC Patiño (A-14) o el BAC Cantabria (A-15). En el Juan Carlos I se instalarán en los lugares previstos, uno a proa en la llamada ‘cubierta lanza-chaff’ de babor, otro a proa en el ‘falso Castillo’ (la pequeña cubierta al lado de la rampa en estribor) y dos en la Toldilla (a popa) en sendas esquinas.

Estos equipos son más ligeros que los Sentinel 30 adquiridos para los patrulleros de altura clase ‘Centinela’, cuatro buques de 1.100 toneladas que, aunque se encuentran en el tercio final de su vida operativa con unos 28 años de edad, aún pueden prestar buen servicio. Los Sentinel 30 utilizan la misma filosofía que los Sentinel 2.0, pero están más pesadamente armados al contar con un cañón Mk44 Bushmaster II (un arma formidable) y reemplazarán a los actuales cañones Mk22 de 3” (76,2 mm) y tiro manual, verdaderas piezas de museo con escaso valor militar. Un cambio muy acertado.

El salto frente a esta misma arma, pero operada de forma manual es abismal, tanto en precisión como en seguridad, ya que no se expone al personal y supone una eficaz defensa en determinadas situaciones. Pero tampoco echemos las campanas al vuelo porque no es la solución para todas las amenazas.

Distintas amenazas, distintas defensas

Un buque o una formación naval en general, se puede enfrentar a diferentes tipos de amenazas en función de la distancia y el tipo de ataque y arma empleado. Haciendo un ejercicio de simplificación (el tema es complejo) se podría decir que las amenazas en guerra de superficie son diferentes según se tengan que enfrentar a larga o corta distancia y en función del tipo de arma empleado, pudiéndose tratar de una amenaza ‘convencional’ o una ‘asimétrica’.

La amenaza convencional (o ‘simétrica’) sería un ataque realizado por un país con similares capacidades militares y con armas sofisticadas, cuyo mayor exponente y sin duda el más peligroso, es el moderno misil antibuque ‘rozaolas’, denominado así porque buena parte de su vuelo hacia el objetivo se realiza a muy baja cota (a unos metros de la superficie del mar) por lo que su detección no es sencilla. Contrarrestar el misil no es fácil.

La amenaza asimétrica sería el ataque realizado sin medios (a priori) tecnológicamente sofisticados y siempre a corta distancia. Se trata de ataques inesperados, como una ‘lancha suicida’, acciones de hostigamiento desde falsas embarcaciones de pesca, etc. Estas acciones se deben contrarrestar con medios de defensa cercana del buque y utilizando una respuesta proporcionada y de precisión, pues muchas veces se producen en situaciones donde el atacante se mezcla con tráfico civil. Son las típicas acciones de grupos terroristas o insurgentes.

Para las amenazas convencionales y a larga distancia (la ‘defensa de zona’), la Armada española está preparada. La capacidad y eficacia antiaérea de las fragatas F-100 es extraordinaria para el tamaño del buque, e incluso la de las veteranas F-80 tampoco está mal. Pero el problema está en la corta distancia, la ‘defensa de punto’. En el misil que llega de repente hacia el buque o en el ataque inesperado de una acción terrorista.

La solución ideal

Los montajes instalados en los buques solucionan la respuesta ante la amenaza asimétrica, antes en manos (nunca mejor dicho) de ametralladoras de tiro manual, reforzadas por infantes de marina equipados con armas más ligeras. Es evidente que en las actuaciones que ahora realizan los buques de la Armada, que son misiones de mantenimiento de Paz y lucha contra piratería, en definitiva, lo que se denomina ‘de baja intensidad’, la amenaza asimétrica es el mayor riesgo. Por ello la adquisición de estos elementos de fabricación nacional, eficaces y económicos, es una acertada decisión. Sin embargo, no debería ser la solución definitiva pues son de escasa utilidad ante la amenaza de un misil ‘rozaolas’.

El escenario de un enfrentamiento ‘simétrico’ donde haya lanzamientos de misiles antibuque es ahora poco probable (y esperemos que así continúe) pero un ejército debe estar preparado para lo probable y casi para lo improbable. En el ámbito naval, todos los países tienen sus buques dotados con defensas antimisil. Para esto, lo mejor que ahora mismo existe (centrándonos en material occidental) son los norteamericanos RAM, basados en el misil IR (guía infrarroja) de corto alcance Sidewinder. Tras ellos estarían los sistemas a base de cañones multitubo (como el Phalanx) y los que usan munición ‘airburst’ o proyectiles de metralla, como el italiano Otto Melara de 76 mm. Y mejor que cualquiera el SeaRAM CIWS ASMDS (Close-In Weapon System Anti-Ship Missile Defense System), que integra el conjunto del cañón Phalanx con un lanzador de 11 misiles RAM.

Por el buen camino

Pero lo que de verdad marca la diferencia en un sistema de este tipo es que disponga de radar y dirección de tiro autónoma (como los SeaRAM), lo que permite unos tiempos de reacción mínimos (respuesta inmediata y automática) ante una amenaza entrante que dejará muy poco margen de maniobra.

Para esto los montajes Sentinel no sirven, pero demuestran que la industria nacional va por buen camino. Escribano M&E está trabajando en el Sentinel 25 RFG y el Sentinel TAO y se espera tener una unidad para pruebas en 2022. El primero utiliza un cañón rotatorio de 20 mm y el segundo una combinación de cañón y lanzador doble de misiles Mistral. Las expectativas son buenas, pero la Armada ve (con razón) que tan solo 2 misiles es escaso (el RAM tiene 21 en su lanzador MK-32) y prefiere cuatro, algo que la francesa MBDA propone con su sistema ‘Cartago’.

La oportunidad de desarrollar un equipo propio (nacional) capaz de cumplir con esa defensa cercana antimisil existe. Una colaboración entre Escribano, Navantia y MBDA debería permitir contar en un plazo razonable de unos dos o tres años, con un sistema autóctono con lanzador de cuatro misiles Mistral, que se debería dotar de una dirección de tiro propia para detección y designación automática de blancos, es decir, con funcionamiento autónomo (‘stand – alone’), además de su integración en los sistemas de combate de los buques, tarea nada difícil en los dotados con el SCOMBA (el que utiliza la Armada).

La instalación de los Sentinel es una gran noticia, pero la experiencia de otros países indica que no debe ser el final. Es difícil de explicar (y más de creer) que un buque como el Juan Carlos I, capaz de llevar a bordo dos batallones de infantes de marina, vehículos, Harrier y helicópteros, haya estado durante 10 años desarmado. Una unidad así merece invertir en un sistema de defensa puntero como el SeaRAM y estaría justificado, pero instalar al menos dos montajes autóctonos antimisil que complementaran los Sentinel, sería una solución y también lo sería para el resto de buques, aunque tan solo se pusiese uno.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/


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