El lago más grande del mundo, camino de la desecación
Una de las mayores catástrofes ambientales del siglo XX fue la práctica desaparición del mar de Aral. La del siglo XXI puede ser la desecación del lago más grande del planeta. Un grupo de científicos alerta de que el Caspio podría perder hasta un tercio de su superficie en lo que queda de centuria. En el primer caso, el origen del desastre fue una alocada política agraria de la antigua Unión Soviética y las repúblicas sucesoras. En el segundo, es el cambio climático el que está evaporando más agua de la que llega desde los ríos.
El Caspio, que comparte las fronteras de Rusia, Kazajistán, Turkmenistán Azerbaiyán e Irán, viene perdiendo agua desde los años 70. El ritmo de descenso, sin embargo, era de uno o dos centímetros al año. Parecía una pérdida asumible en un enorme lago de 371.000 km², un área equivalente a 3/4 partes de la superficie de España. Pero un grupo de investigadores holandeses y alemanes ha comprobado que el ritmo de desecación se ha acelerado hasta seis o siete centímetros al año y lo hará aún más en las próximas décadas.
“Nuestro modelo predice un descenso del nivel del mar en el Caspio de nueve metros en un escenario de emisiones [de CO₂] intermedio y de 18 metros en uno de altas emisiones para finales de siglo”, dice el investigador de la Universidad de Bremen (Alemania) y coautor de este estudio sobre la evolución de este lago salado Mat¬thias Prange. Medido en área desecada, en el primer caso, el Caspio pedería un 23% de su superficie estudio. En el segundo, el más probable si no se cumplen los Acuerdos de París sobre el cambio climático, desaparecería el 34% de este mar.
El agua del Caspio depende de tres factores principales: El río Volga aporta el 90% de su volumen hídrico. Otra aportación significativa es la de las precipitaciones de invierno. En otro lado del balance están las pérdidas por evaporación cuando aprieta el termómetro. De los tres, lo que está cambiando es la temperatura, muestran en el estudio, publicado en la revista científica Communications Earth and Environment.
“En el caso del mar Caspio, el efecto de la evaporación es, con mucho, lo más importante”, afirma Prange. De hecho, todo indica que las precipitaciones invernales en la parte norte de la cuenca del Volga irán a más. “Por lo tanto, la escorrentía del río y su descarga en el mar Caspio pueden aumentar ligeramente en el futuro. Sin embargo, el mayor efecto de la evaporación del lago llevará a la disminución proyectada del nivel del mar”, completa.
Se produce aquí un fenómeno aparentemente paradójico: mientras el calentamiento está provocando un aumento del nivel en los océanos, descenderá el de los mares interiores y grandes lagos por el mismo efecto de la subida de temperaturas.
Los autores no creen que las situaciones del Aral y el Caspio sea comparables. El primero, del que queda menos del 10% y fragmentado en dos pequeños mares inviables, está condenado. Al segundo aún le quedaría, en el peor de los casos, un 66% de su área y con profundidades que llegan hasta los 1.000 metros. Pero la pérdida de solo un tercio puede convertirlo en un mar muerto desde un punto de vista biológico.
“Al principio, no supondrá mucho para las zonas más profundas, pero, al final, la bajada del nivel del mar provocará tres efectos que podrían desencadenar anoxia [ausencia de oxígeno] también en las profundidades”, advierte el geólogo de la Universidad de Utrecht (Países Bajos) y coautor del estudio Frank Wesselingh. La menor cantidad de hielo disponible y el oxígeno que contiene, la concentración excesiva de nutrientes aportados por los ríos y el aumento de las temperaturas “crean las condiciones perfectas para privar a las áreas del Caspio más hondas de los niveles de oxígeno (ya bajos de por sí) y podrían acabar con toda la vida”, concluye.
Fuente: https://elpais.com/