El F-35 es mucho más que un caza furtivo

Continúan las dudas sobre el programa del caza furtivo F-35. Los interrogantes van más allá de la habitual serie de retos de los nuevos sistemas, como el mantenimiento, la sostenibilidad, el aumento de los costes y los retrasos del programa. En estos aspectos, el F-35 no difiere de prácticamente todos los demás proyectos de adquisición de material de defensa, la mayoría mucho menos complejos que el caza F-35. El sector privado se enfrenta a retos similares, como demuestran los problemas del avión 737 MAX 8. El núcleo de las preocupaciones se centra en el papel de la aviación tripulada en esta época de cambios técnicos vertiginosos.

Desde hace tiempo es evidente que recogemos muchos más datos de los que podemos analizar en un tiempo de decisión relevante. Este reto se vuelve más desalentador a medida que se ponen en marcha nuevos sistemas. Los mandos militares y navales, de hecho, cualquier persona que ocupe un puesto de supervisión, pueden sufrir una parálisis por análisis. El otro peligro es actuar basándonos en lo que queremos oír, nuestro “instinto”. Ya lo sabíamos en 1995, cuando se inició el programa de cazas F-35.

En tiempos pasados, cuando los avances técnicos de la aviación eran más predecibles y nuestras políticas y estrategias se regían por la “contención” de un enemigo singular, el diseño de los aviones de combate se concentraba en ir más rápido, viajar más lejos y llevar armas más letales de lo que era posible antes.

En cambio, el avión F-35, según la página web de Lockheed Martin, está diseñado para ser mucho más que un simple avión de combate. Se trata de un avión de “quinta generación” diseñado como un potente multiplicador de fuerzas con sensores avanzados y conjuntos de comunicaciones que mejoran significativamente las capacidades de las plataformas aéreas, de superficie y terrestres en red. Comparte información crítica -también conocida como imagen operativa común- en el espacio de batalla de las operaciones de dominio conjunto. Es el único caza en producción capaz de sobrevivir en entornos disputados y de disuadir o derrotar a adversarios cercanos.

En otras palabras, se trata de la red y de hacer que los componentes separados de la fuerza sean exponencialmente más eficaces que la suma de sus partes. Dentro de los más de diez mil millones de líneas de código informático del avión, software que el Consejo Científico de Defensa califica de “principal impulsor de las capacidades del F-35”, podemos esperar una sólida capa de inteligencia artificial que evalúe los datos mucho más rápidamente y con más precisión que antes, además de decidir qué armas deben disparar a qué objetivos.

El F-35 puede seguir actuando como un caza, quizás con varios sistemas no tripulados como “wingmen” para hacer el trabajo cinético de cerca, y como prácticos reabastecedores de combustible. Asimismo, puede realizar ataques terrestres con armas de precisión desde mucho más allá del alcance de la mayoría de los sistemas adversarios. Pero la “salsa secreta” no es su función de artillero. Es la explotación de potentes tecnologías emergentes, entre ellas la inteligencia artificial, el aprendizaje automático y las capacidades relacionadas, para aumentar exponencialmente el ritmo operativo de las fuerzas estadounidenses y aliadas, para luchar en inferioridad numérica y ganar con decisión.

Los aliados y amigos más importantes, incluidos los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, así como Japón, la República de Corea, Singapur y Australia, entre otros, comparten la visión del programa F-35 de una mayor integración e interoperabilidad de las fuerzas. El avión F-35 está ampliamente desplegado, tanto en las fuerzas aliadas como en las estadounidenses, y ha volado en misiones de combate. Hoy en día -cuando nos preocupa el fortalecimiento de nuestros aliados y socios- es vital continuar con este programa y mejorar su rápido desarrollo.

Fuente: https://israelnoticias.com/


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