El elemento químico que hizo posible la fotografía

El vocablo fotografía evoca en los rincones de nuestro cerebro al arte, a la luz, a la historia y a la tecnología, pero también a la química, y es que nunca habría sido posible escribir la partitura de un haz de fotones sin la ayuda inestimable de la plata.

Este elemento químico, el único de género femenino de toda la tabla periódica, pertenece al grupo de los metales de transición y su símbolo químico (Ag) es la abreviatura del vocablo latino argentum, que significa blanco y brillante.

Durante siglos nuestros antepasados rumiaron cómo copiar las imágenes que observaban en la naturaleza, para ello utilizaron diferentes soportes, desde maderas hasta lienzos, pasando por piedras. Nadie podía imaginar en aquellos momentos que mucho tiempo después sería posible capturar la imagen que veía el ojo humano de forma perdurable.

Un alemán descubrió la fotosensibilidad de la plata

El primer peldaño en el maridaje entre plata y fotografía se produjo en el siglo XVIII, momento en el que se descubrió la reacción de precipitación que se produce al mezclar cloruro sódico y derivados de la plata.

Los componentes de esta mezcla tienen la singularidad de ser, por separado, soluciones translúcidas, pero que al mezclarse se convierten en un sólido lechoso, el cloruro de plata.

En 1727 el científico teutón Johann Heinrich Schulze (1687-1744) descubrió que cuando estas sustancias entran en contacto con la luz se produce una reacción de óxido-reducción y que la plata al oxidarse forma nanopartículas que adquieren una coloración oscura.

Dejemos que sea el propio Schulze el que nos describa su revolucionario experimento: «Cubrí el frasco de vidrio que contenía cal con nitrato de plata, dejando una parte expuesta a la luz. Escribí nombres de frases enteras en papel y cuidadosamente corté las letras con un bisturí. Los rayos de sol pegaron en el vidrio y cada palabra quedó pintada tan exacta en la cal que muchos pensaron que era un truco».

Ocho horas de exposición

Tiempo después, en 1824, el químico francés Joseph Nicéphore Niépce (1765-1833) obtuvo las primeras imágenes fotográficas de la historia al cubrir placas de peltre -una aleación de zinc, estaño y plomo- con betún de Judea y fijarlas, a continuación, con aceite de lavanda.

Este científico empleó una cámara oscura modificada e impresionó dos años después la primera fotografía permanente de la historia, se trata del patio de su casa, en la región de Borgoña. Esta primera impresión fotográfica ha pasado a la Historia con el título de «Punto de vista desde la ventana en Le Gras».

La verdad es que carece de valor artístico, su calidad es pésima, no está enfocada y es imposible distinguir nada. Tras esta severa crítica tan sólo queda resaltar que su valor es incalculable, al tratarse de la primera imagen fotográfica de la historia. Actualmente se encuentra en la Universidad de Texas (Austin, Estados Unidos).

Un limpiabotas

Niépce denominó al procedimiento de su invención como heliografía, del griego helios, sol, y grafía, escritura o dibujo. Pero, siendo estrictos, las heliografías no son fotografías, ya que son positivos directos, es decir, la imagen sale directamente y no hay negativo.

En 1835 el pintor y decorador de teatro Louis Jacques Daguerre (1787-1851), interesado en la forma de fijar la luz con su cámara oscura, publicó sus primeros experimentos con un aparato denominado daguerrotipo.

Su artilugio consistía básicamente en láminas de cobre plateadas y tratadas con vapores de yodo, de esta forma era posible reducir la exposición a quince o treinta minutos. La imagen se revelaba en vapores calientes de mercurio y se fijaba lavando con agua caliente con sal a elevada temperatura, con lo que se conseguía una mayor nitidez.

Las primeras placas que impresionó Daguerre fueron bodegones y una escultura antigua, que al ser blanca e inmóvil reflejaba muy bien la luz y se presentaba perfectamente a una larga exposición.

La primera fotografía que se conserva en la que aparecen seres humanos fue la que capturó Daguerre en el Boulevard du Temple, en ella podemos ver a dos personas, en la parte inferior izquierda, un limpiabotas y su cliente. La razón es muy sencilla, fueron los únicos que permanecieron relativamente estáticos durante los minutos por los que se prolongó la exposición.

Fuente: https://www.abc.es/


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

*