El carnavalesco centenario de la aviación dominicana
Las celebraciones del centenario de la aviación dominicana han pasado sin pena ni gloria.
Su actividad principal fue el denominado Show Aéreo del Caribe, escenificado en la Avenida George Washington de la capital dominicana los días 26 y 27 de marzo pasado. En este evento, organizado por una empresa privada y patrocinado por los sectores público y privado, brillaron por su ausencia las aeronaves dominicanas, con la honrosa excepción de los equipos de la Fuerza Aérea Dominicana.
Pero la Asociación Nacional de Pilotos no quiso quedarse atrás, y organizó sus festividades propias, siendo la más destacada la efectuada el pasado viernes 16 en el Aeropuerto Internacional Dr. Joaquín Balaguer y en la cual se ofrecieron vuelos a cerca de 150 niños de condición especial, con sus respectivas golosinas y hasta regalos de manos de Santa Claus; misma que, sin saber por qué, nos recuerda una época en la cual se repartían “juguetes, muñecas, y bicicletas”.
Hacer disfrutar a los niños, indiscutiblemente que siempre será un acto de bondad y loable, sin embargo nos parece que hubiese sido más ventajoso haber conseguido becas para formar como pilotos privados a 100 jóvenes dominicanos, de escasos recursos económicos, y con cuya paradigmática graduación a fines de este año renaciera la esperanza que significaría la promoción de los “Los Cien Pilotos del Centenario de la Aviación Dominicana”.
Placas de reconocimientos al granel, la mayoría inmerecidas y otorgadas sin criterios claros de quienes podrían ser sus legítimos y genuinos beneficiarios, han sido parte del jolgorio.
Por otra parte, no obstante lo incuestionable del hecho de que el ingeniero vegano Zoilo Hermógenes García es el Padre de la Aviación Dominicana, tal parece que a su alrededor se ha tejido una fábula con la cual algunos buscan notoriedad, aunque sea a costa de tergiversar la verdad histórica. Son los cien años de la construcción de su aeronave en el año 1911, a la cual denominó el Poliplano, los que se conmemoran.
Desde ese primer vuelo de los Hermanos Wright, el 17 de diciembre de 1903, la aviación avanzó vertiginosamente. En 1905, ellos llegaron a recorrer 38,9 kilómetros en 38 minutos y 3 segundos, y ni hablar de su Modelo B de 1911.
Las hazañas del brasileño Alberto Santos Dumont, surcando los cielos parisinos en el año 1906 en su emblemático avión 14-bis, están bien documentadas y hasta con fotos.
El día 25 de julio de 1909, el ingeniero y piloto francés Louis Blériot fue el pionero en cruzar el Canal de la Mancha fue. Durante 35,5 minutos recorrió 37 kilómetros, desde Calais, Francia, a Dover, Inglaterra, en un avión monoplano diseñado y fabricado por él mismo.
En cambio, sólo la construcción del Poliplano es un hecho que puede ser verificado, y alrededor de lo demás ha primado una ficción noveslesca; sin dejar de reconocer la objetividad y profundidad de las investigaciones realizadas al respecto por el Capitán de la Fuerza Aérea Dominicana Carlos Ortega Vergés, quien se destaca como escritor e historiador.
Una fehaciente muestra de lo hondo que ha calado la difusión de la distorsión histórica sobre el alcance real del aporte del ingeniero Hermógenes García, fue escuchar hace un par de meses al distiguido y culto periodista Alvaro Arvelo hijo, decir en el tan escuchado programa radial El Gobierno de la Mañana que el avión fue inventado por un dominicano.
Finalmente, casi sin aerolíneas, con pilotos y técnicos desempleados, pero con el constante bombardeo en los medios de comunicación para hacernos creer que nuestro sistema aeronáutico es de los más avanzados en la región y todo el mundo, y con una autoridad de aviación civil que cuenta con más empleados que todas las empresas aéreas juntas; así se despiden los primeros 100 años de la aviación dominicana.
La suerte es que los dominicanos, a pesar de todas las tribulaciones, somos un pueblo alegre, que pensamos y actuamos como las letras de la canción que inmortalizó la desaparecida guarachera cubana Celia Cruz: “Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval, es más bello vivir cantando. Oh, oh, oh, Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval y las penas se van cantando.”