¿De dónde viene tu vitalidad, de tu padre o de tu madre?: la ciencia tiene la respuesta

¿Alguna vez te has preguntado de dónde te viene todo ese derroche de vitalidad que presentas habitualmente? ¿De las tazas de café -u otras bebidas con cafeína- que ingieres? ¿Del entrenamiento deportivo diario que sigues? Pues… un nuevo estudio revela que proviene de algo mucho más intrincado y profundo: del ADN.

Uno de los fundamentos clave de la biología es que obtenemos nuestro ADN de nuestros padres, tanto de nuestra madre como de nuestro padre. No obstante, la transmisión del ADN de mamá y papá no se distribuye de manera igualitaria. De hecho, en la mayoría de animales, incluidos los humanos, heredamos el ADN dentro de la mitocondrias (los centros de energía de las células) únicamente de las madres y cualquier rastro del genoma mitocondrial del padre acaba volatilizado en el mismo momento en que el espermatozoide se une al óvulo. Y ahora sabemos por qué.

La investigación, publicada en la revista Science Advances y llevada a cabo por científicos de la Universidad de Colorado en Boulder (EE. UU.) sugiere que cuando el proceso sale mal, no se elimina completamente el ADN mitocondrial paterno y parte del del padre llega al embrión en desarrollo, puede ocasionar problemas a largo plazo en los adultos, como problemas cerebrales, de comportamiento y reproductivos, que dificultan la capacidad del cuerpo para producir energía y afectan colectivamente a aproximadamente 1 de cada 5.000 personas.

“Estos hallazgos ofrecen información importante sobre por qué las mitocondrias paternas deben eliminarse rápidamente durante el desarrollo temprano”, explicó Ding Xue, profesor del Departamento de Biología Molecular, Celular y del Desarrollo (MCDB) en CU Boulder y coautor del trabajo. “También ofrecen nuevas esperanzas para el tratamiento de enfermedades humanas que pueden ser causadas cuando este proceso se ve comprometido”.
El impacto del ADN mitocondrial del padre

Este estudio, llevado a cabo con lombrices intestinales (‘C. elegans’, que tiene solo 1.000 células pero con capacidad para desarrollar un sistema nervioso, intestino, músculos y otros tejidos parecidos a los humanos), allana el camino para una mayor comprensión de los trastornos mitocondriales y propone un enfoque terapéutico prometedor basado en el uso de una vitamina sencilla: la vitamina K2.

“Puede resultar humillante para un hombre escucharlo, pero es verdad. Nuestras cosas -las de los hombres- son tan indeseables que la evolución ha diseñado múltiples mecanismos para asegurarse de que se eliminen durante la reproducción”, expuso Xue. Y parece que el proceso de fertilización es tan agotador, que la evolución se ha encargado de descartar el ADN mitocondrial paterno. Pero hay problemas cuando se cuela en ese mecanismo.

En los experimentos con C. elegans, los científicos descubrieron que cuando retrasaban la eliminación del ADN mitocondrial paterno, se produjeron reducciones significativas en el ATP, el adenosín trifosfato (ATP), un nucleótido fundamental en la obtención de energía celular. Los óvulos fertilizados que sobrevivieron, lo hicieron con cognición deficiente, actividad alterada y una posibilidad de reproducción difícil. Es el impacto del ADN mitocondrial del padre el que provoca estas alteraciones. Sin embargo, el tratamiento con vitamina K2 (MK-4) normalizó los niveles de ATP y mejoró las funciones cognitivas, motoras y reproductivas de los gusanos adultos.

Los investigadores afirman que cualquier pequeña alteración en este proceso podría causar enfermedades humanas difíciles de diagnosticar y de ahí la importancia de mantener este patrón de herencia mitocondrial. “Si tienes un problema con el ATP, puede afectar a cada etapa del ciclo de vida humano”, apunta Xue.

Quizá esta sea la clave para comprender enfermedades actuales que no se entienden bien todavía. “Hay muchas enfermedades que no se comprenden bien. Nadie sabe realmente qué está pasando. Esta investigación ofrece pistas”, concluye el experto.

Fuente: https://www.alimente.elconfidencial.com/


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