Cuco Valoy: el jardinero de Manoguayabo que regó semillas de son, salsa y merengue por el mundo
Cuando Cuco Valoy tenía 14 años tomó la decisión de venir a trabajar a la Capital. Su niñez en el sector San Miguel de Manoguayabo había transcurrido entre juegos, tocar la tambora para divertirse y una escasa educación escolar, aunque sí una vasta formación hogareña.
Su padre fue un hombre muy conversador, que siempre habló con sus hijos (12 vástagos) y eso lo heredó de él, replicándolo en su familia.
Contaba con diez años de edad cuando fabricó su primera tambora, la que tocaba con gracia y a la perfección. De esa manera se convirtió en percusionista y luego extendería su talento a otras facetas musicales.
Cuando era jardinero de una familia adinerada de Gascue, se ganó el cariño de sus patrones, quienes le ayudaron a terminar de formarse a nivel escolar.
“Me enteré que mi hermano Martín se sacó una guitarra, en una rifa y lo mandé a buscar para que viniera a trabajar”, sonríe con picardía al recordar esa época. Su plan era formar un dúo musical con su hermano menor.
Para entonces, la música cubana, el son y el bolero, arrasaban en las estaciones radiales, por lo que interpretando estos ritmos dieron inicio con el dúo los hermanos Valoy. Luego por la pegada del dúo Los Compadres decidió nombrarlo “Los Ahijados”.
A Cuco y a su hermano les iba muy bien en la música, pero el merengue, que irrumpía con un nuevo sonido inquietó a Cuco y le dijo a su hermano: “Voy a formar una orquesta de merengue para metérmele por el medio a Johnny Ventura y a Wilfrido Vargas”.
Martín se opuso a la idea, no solo porque no tenían para comprar los instrumentos, sino también por el hecho de que ellos eran soneros, explicó Cuco en su viista a este periódico.
Él le recordó a su hermano que siempre tocó tambora y güira muy bien, así que los acordes del merengue los tenía.
Su hijo Ramón Orlando, de 16 años, era un excelente estudiante de piano en el Conservatorio Nacional de Música, y con la formación musical del muchacho, Martín y Cuco formaron la orquesta “Los Virtuosos de Cuco Valoy”, que luego pasó a llamarse “La Tribu de Cuco Valoy”, en 1975.
El grupo irrumpió con su propio estilo, sin imitar a ningún otro. Los merengues fueron acogidos por el público y con la pegada llegaron las giras internacionales.
En 1979 ya eran populares cuando grabaron el tema “Moisés el Cano y Sebastián el Vago”, interpretado por Henry García y Ramón Orlando.
En 1983 llegó la pegada del merengue “Te extraño”, con Ramón Orlando, que ya tenía 23 años de edad y que además de la voz hizo las letras y el arreglo.
Los resultados fueron tan buenos que, recuerda Cuco, Wilfrido Vargas quería conquistar a Ramón Orlando para integrarlo a su agrupación.
“Estaba esperando a que le hiciera la oferta porque era capaz de matarlo si se lo llevaba”, confesó en son de broma el celoso padre.
Con un pensamiento musicalmente revolucionario y un deseo ferviente de estampar un sello de calidad a todo lo que emprendía logró plasmar con éxito sus huellas en el camino en la música.
En el escenario Cuco Valoy siempre fue un “show man”, llevando un performance a cada una de sus interpretaciones.
Cuando grabó el tema “El brujo” muchos llegaron a creer que practicaba la brujería, porque para para interpretarlo se amarraba un pañuelo rojo en la cabeza y con un cigarro en la mano, lo personificaba tal cual.
La madre de su primera esposa, que vivía con ellos, tenía un altar con algunos santos en su habitación y era frecuente las visitas de la gente, en especial de las mujeres y de ahí surgió la idea.
“Yo un día me puse a observar todo lo que sucedía allí y se me ocurrió escribir un merengue y cantarlo emulando todo lo que hacía mi suegra”, reveló en esta entrevista.
Tan genuina fue su interpretación que muchos le llamaban para solicitar citas y trabajos de brujerías.
“JULIANA, QUE MALA ERES…”
Muchos son sus éxitos musicales, pero uno que lo llevó a la internacionalización fue “Juliana”, un tema a ritmo de salsa que se mantiene como uno de los grandes clásicos de este género musical.
“Nos fuimos a Nueva York a grabar todos las canciones de nuestro siguiente álbum. Mateo San Martín era el productor. Vi con un poco de dolor como mi hijo Ramón componía y grababa todos los temas”, explica.
Luego agrega: “Esa noche me fui al hotel y recordé lo sucedido con mi primera novia, que se llamaba Juliana y comencé a tararear y así nació esa canción”.
EL DINERO
Cuco Valoy tuvo sus años de mayor esplendor en la década de los 80. Llegó al negocio solo con la intensidad y el amor a la música, pero sin ningún conocimiento de la comercialización de su trabajo. El disquero cubano Mateo San Martín fue quien se encargó de hacerlo. Recuerda que con el dúo Los Ahijados nunca llegó a ganar ni siquiera cinco mil pesos en presentaciones.
Pupo Valoy (su nombre de pila) heredó el apellido de su madre, la que perdió cuando solo contaba con cuatro años de edad (“Mi mamá no estaba casada con mi padre y al ella morir heredamos su apellido”).
vida sin vicios
Con 87 años de edad y más de 60 años en la música Cuco Valoy tiene la satisfacción, primero, de ser un padre de 14 hijos bien formados, entre ellos el virtuoso pianista Ramón Orlando, también de incursionar en los ritmos como el son montuno, el bolero, la salsa y el merengue. Con este último obtuvo la fama con su grupo “La Tribu de Cuco Valoy”.
Desde los años 50 cuando se dio a conocer con el dúo “Los Ahijados” al día de hoy, que es artista consagrado internacionalmente, el merenguero agradece a Dios haber pasado por el mundo artístico sin tener que ser tentado por los vicios y llevar una vida correcta, siendo respetado por un país y por toda su familia, a la que le dio amor y una buena educación.
“A mis 87 años, que aún estoy vigente en el medio artístico, he pasado por todos los peligros, no voy a negar que me diera mis tragos (alcohol), pero no conozco ni un cigarrillo de marihuana. Cuando viajé a Estados Unidos con mi agrupación, estaba bien ilustrado de lo que representaba ese vicio, creo que me he portado muy bien”, confesó.
La tarde del pasado jueves pasó por la redacción de LISTÍN DIARIO. Llevaba años sin pisar el periódico y fue objeto de una calurosa acogida de parte de los jóvenes periodistas, quienes lo recibieron de pie y con fuertes aplausos.
Además, aprovecharon su presencia para tomarse fotografías. “Tengo el privilegio de ser una persona muy querida y aparecida, siempre adonde voy la gente me recibe de esa manera”.