Cuánto cuesta la habitación de hotel más cara del mundo que se encuentra en el fondo del océano
Para el premiado cineasta español Pedro Almodóvar “el deseo es algo irracional por el cual uno siempre tiene que pagar un alto precio”. Aunque parece posible que lo haya pensado haciendo cálculos para pasar una noche en el sitio más caro del mundo para viajeros. Lujo, en estos casos, es un término que queda pequeño.
Es que algunos consideran extravagante rumbear por habitaciones frente a la Torre Eiffel, como en el Palacio de Shangri-La París, o teniendo a los pies el puente de Londres, como en The Shard, o durmiendo con vistas al Central Park, como en el Mandarin Oriental de Nueva York o, quizás, tomando el té en el Ritz de Londres, donde la Reina Isabel II festejó su cumpleaños 80.
Sin embargo, la cuestión luxury se extrapola a otros límites cuando se imagina pagar una pequeña fortuna de un cuarto de millón de dólares por dormir apenas una noche en un cuarto de hotel. Esa es la cifra que hay que sacar de la billetera si se quiere ser huésped del Lovers Deep St. Lucia Submarine, un sumergible de tamaño reducido completamente adaptado para una experiencia hotelera.
Sólo pensado para dos personas, tiene su lugar de embarque en la tropical Santa Lucía, en el Caribe. Si bien es cierto que el costo es exorbitante, cada dólar lo vale. La propuesta nació de la idea de Oliver’s Travels, un operador que se caracteriza por proponer experiencias exóticas e inesperadas para viajeros de altísima gama que parte desde el Caribe, de una de las islas más famosas por sus playas.
Pensado como un destino romántico, incluye chef, capitán y mayordomo. El diseño interior se ha realizado con delicadeza. A lo largo de todas sus estancias se han instalado las áreas acristaladas de extrema seguridad que permite a los viajeros vivir como un integrante más de la vida marina alrededor.
Los afortunados pasajeros pueden disfrutar de la cena mientras el entorno del fondo del océano se convierte en la escenografía. Corales, peces de todos los colores y tamaños y algas flotan ante los ojos de los comensales gracias a las ventanas acristaladas.
La gastronomía es otro de los hitos de la experiencia. El menú afrodisíaco especialmente diseñado que contiene una gran variedad de platos gourmet e ingredientes frescos entregados cuidadosamente en cada viaje. Los huéspedes pueden elegir entre ostras, el fondant de chocolate más delicioso y caviar ruso, aunque la oferta gastronómica está abierta para que cada pasajero elija lo que desee degustar.
Los interiores han sido terminados a mano con madera de calidad lustrada, estructura que sirve de fondo a sillones y sofás de cuero lujosos diseñados a medida para cada espacio. También cuenta con una sala de estar, un mini-bar provisto por separado en cada suite y baño siempre con un trazo vidriado que trae el exterior del Mar Caribe y la vida submarina al interior.
Los cuartos están ubicados en el borde del submarino, y todo el personal cuenta con alojamiento en la otra esquina de la nave. La energía diferente de la experiencia es rotunda. Una sumergida exclusiva en una pieza bajo el agua sólo para ese par de pasajeros.
La propuesta cuenta con traslados privados en lancha rápida dentro de la contratación estándar, pero el servicio también se puede personalizar con extras opcionales que incluye, por ejemplo, un viaje en helicóptero desde el punto de origen de los viajeros, hasta el pie del submarino, con aterrizaje en la playa incluido.
Oliver Bell, cofundador del operador del navío, asegura: “Nos interesa pensar en un cliente único y peculiar. Lovers Deep realmente se destaca como una de las más exclusivas que hemos desarrollado hasta el momento. Si bien esta propiedad puede estar fuera de discusión para los claustrofóbicos o aquellos con miedo al agua, puede ser interesante intentarlo: no habrá nada más exótico”.
En la superficie, después Santa Isabel no sólo da el nombre al submarino, sino que es la isla desde la que parte la experiencia ofrecida por el operador: Sin embargo, el turista puede elegir el destino del mundo en el que desea sumergirse, siempre que se encuentre dentro de los parámetros de seguridad del submarino.
La isla de Santa Isabel, con una particular topografía que incluye una serie de montañas tapadas por bosques, plantaciones de plátanos y palmeras, bordeada por una cadena de pueblos de pescadores, tiene apenas 43 kilómetros de largo y 22 de ancho, esta es la segunda isla más grande del archipiélago de Barlovento.
Por dos centurias fue el núcleo de batallas entre Gran Bretaña y Francia, causa por la que cambió su bandera varias veces. Hoy es uno de los miembros de la Commonwealth. Una visita a Santa Lucía suele iniciar en Castries, su capital, que invita a disfrutar de los frescos platos de mar, el colorido mercado local y la plaza central.
La Catedral de la Inmaculada Concepción data del siglo XIX, y el Fuerte Charlotte, antiguo apostadero militar, es hoy sede de edificios de gobierno. Vigie Beach es la playa más exquisita, en tanto los Pitons son dos elevaciones con forma de pirámide que alcanzan los 750 metros e invitan a una escalada.
Un trekking entre los muchos senderos es otra experiencia para adentrarse en la vegetación tropical. El recorrido de Barre de l’Isle de dos kilómetros es una caminata sencilla. Una visita al volcán La Soufriere es especial: es el único del mundo al que se puede ingresar en auto. Su última erupción tuvo lugar hace 40.000 años, momento en el que colapsó sobre sí mismo. Existe un camino que llega hasta el cráter y lo atraviesa. Diamond es una cascada sutil rica en minerales que le permiten cambiar de color de acuerdo a los que fluyen. Un lujo extremo.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar/