Cómo entrenarse para volar un avión de guerra

En la IV Brigada Aérea de Mendoza se entrena a la élite de la aviación. Allí tanto los pilotos que aspiran a volar aviones de guerra como sus instructores son muy jóvenes. Eso resalta con el ambiente severo, discreto y dedicado en el que se desarrolla su día a día. La tarea para la que se preparan lo amerita. Pero hay algo más que los motiva.

No es solo su vocación lo que los impulsa, sino un concepto que hoy casi nadie tiene en cuenta. Una noción que cayó casi en demérito y que está tan en baja en la consideración de la población que ni siquiera los políticos la utilizan para hacer campaña. Se trata del amor a la “patria”. Estos pibes están jugándose también por eso.

Las instalaciones de la IV Brigada son grandes, pulcras… y viejas. Se nota la poca o nula inversión que el Estado les dedica. Sin embargo, los estudiantes, pilotos, mecánicos y autoridades nunca hacen mención de ello. No hay reclamos. Con cierto estoicismo se trabaja con lo que se tiene.

Los pilotos salen con sus aviones Pampa II a hacer ejercicios de combate hasta dos veces por día. Pero la tarea no es únicamente volar. Antes de las maniobras de guerra ya entran en un estado de superconcentración. El aire se corta con tijera.

En una reunión previa, los instructores reparten roles, establecen pautas y asignan misiones de combate. Durante esa exposición no vuela una mosca. Los ejercicios de batallas aéreas pueden ser de un avión contra dos o contra tres enemigos. Y también hay ejercicios de uno contra uno.

Los vuelos se hacen en el avión Pampa, un avión de entrenamiento que también puede usarse en combate. Se trata de un caza que se fabricó en Argentina en la década del 80. Es un biplaza en donde el instructor y el piloto se sientan en tándem, uno detrás del otro en asientos de eyección.

El asiento de eyección es una máquina compleja en sí misma. Tienen cohetes para autopropulsarse fuera de la cabina en caso de peligro grave. Se acciona tirando de una manivela que está en el asiento, ubicada entre las piernas. Conviene tener siempre las manos lejos de ahí.

Tanto el piloto como el tripulante pueden accionarla. En ese caso, ambos salen volando a una velocidad de 600 km por hora. Un poco después y ya en caída, se abre automáticamente un paracaídas. Luego se desprende el asiento y de esa manera el piloto ya está listo para tocar tierra.

Después de cada misión, los instructores y los alumnos vuelven a reunirse. En un nuevo encuentro el instructor va a marcar cada uno de los errores cometidos.

Uno por uno. Difícil que se olvide de algo. Las devoluciones suelen ser muy duras e inclementes. Hay que tener la estima alta para sobreponerse.

El día a día en la brigada es sencillo. Luego del trabajo, las autoridades, instructores o quien tenga domicilio en Mendoza se puede retirar después de las 18:00. El resto, principalmente jóvenes egresados de la Escuela de Aviación Militar de Córdoba, que están cursando su especialización, se queda. Comen allí y luego aprovechan para estudiar.

Si el país es el lugar donde se vive, podemos comprender a la multitud de jóvenes que emigran en busca de mejores oportunidades en el exterior. Pero si “país” son las raíces, la comunidad que nos identifica o la familia a la que pertenecemos, se entiende mucho más la decisión de estos jóvenes en Mendoza. Chicos de 25 años que se juegan por eso que le dicen “patria” a pesar de que muchos crean que pasó de moda o directamente no sepan de qué se trata.

Fuente: https://tn.com.ar/


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