Avión A380 experimentó fallas sin precedentes
Washington.- Nadie se entrena para un caos como éste. Afuera de la ventana izquierda de los pilotos, lejos sobre el océano, un motor tan grande como un autobús se había desintegrado, causando perforaciones como de metralla de granada en el ala del superjumbo; y ahora una avalancha abrumadora de 54 alarmas de computadora advertía a los pilotos que varios sistemas cruciales podrían fallar.
Dos semanas después de que los pilotos de alguna manera lograron aterrizar su jet de la aerolínea Qantas y sus 450 pasajeros, su drama de dos horas en la cabina fue descrito el jueves en una entrevista con The Associated Press del vicepresidente de la Asociación Australiana e Internacional de Pilotos.
‘La cantidad de fallas no tiene precedente’, dijo Richard Woodward, un piloto de avión Qantas A380 que habló con todos los cinco pilotos del aparato en contingencia. ‘Existe probablemente una probabilidad en 100 millones de que ocurra tanto desperfecto’, comentó.
Sin embargo, ocurrió.
Partes del motor cortaron cables eléctricos y líneas hidráulicas en el ala. ¿Podrían los pilotos aún ser capaces de volar el avión de siete pisos de altura?
El mástil delantero del ala -una de las barras que lo fija al avión- también resultó dañado y los dos tanques de combustible del ala resultaron perforados. Mientras se escapaba el combustible, se creó un creciente desequilibrio entre las partes derecha e izquierda del aparato, dijo Woodward.
Los problemas de suministro eléctrico del avión impidieron que los pilotos pudieran bombear combustible desde los tanques en la cola y el jet se volvió más pesado en la parte posterior.
Ese quizá representó el mayor riesgo, dijeron expertos en seguridad. Si el avión pierde demasiado equilibrio, el jet en ruta de Singapur a Sydney habría perdido empuje de ascenso, perdiendo el control y cayendo al mar.
Entonces surgió un flujo increíble de alertas de computadora, 54 en total, que advirtieron a los pilotos de fallas de sistema o fallas inminentes.
Uno advertía que una turbina de aire -hélice que se activa como respaldo para suministrar electricidad- estaba a punto de entrar en funcionamiento, aunque nunca ocurrió, dijo Woodward. El mensaje era especialmente preocupante porque el sistema arranca sólo cuando se pierden los sistemas eléctricos principales. El pequeño suministro de respaldo sólo es capaz de alimentar sistemas vitales de la aeronave.
‘Eso es lo último que uno necesita en ese tipo de situación’, comentó.
Los pilotos miraban como se llenaban las pantallas de la computadora, sólo para ser reemplazadas por nuevas pantallas llenas de advertencias, afirmó.
‘No creo que ninguna tripulación en el mundo hubiera estado entrenada para enfrentar la cantidad de cuestiones diferentes que esta tripulación encaró’, enfatizó Woodward.
Por suerte, hubo a bordo cinco pilotos experimentados, incluidos tres capitanes. El capitán del vuelo, Richard de Crespigny, estaba recibiendo su viaje anual de evaluación -un examen de sus habilidades como piloto- por parte de otro capitán, el cual a su vez estaba siendo evaluado por un tercer capitán.
También había primer y segundo oficiales, parte de un equipo normal de tres pilotos. En total, la tripulación de cabina tenía más de 100 años de experiencia de vuelo.
De Crespigny se concentró en pilotear el avión, mientras que los otros se encargaron de las alarmas de la computadora y realizaron anuncios a los pasajeros del gigantesco aparato, algunos de los cuales dijeron que estaban señalando frenéticamente hacia las llamas que salían del motor.
Trabajando tan rápido como les fue posible, les tomó a los pilotos 50 minutos para analizar todos los mensajes.
Cuando los pilotos reciben advertencias de seguridad, se supone que deben revisar el manual operativo de la aeronave e implementar procedimientos específicos, pero con tantas advertencias, los pilotos de Qantas tuvieron primero que seleccionar y priorizar los problemas más graves.
Es probable que para algunos de los problemas no hubiera procedimientos porque ninguna línea aérea prevé que tantas cosas resulten mal al mismo tiempo, dijo John Goglia, un ex miembro de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos.
Desde el incidente del 4 de noviembre, la atención se han centrado en el motor Rolls Royce dañado del jet Airbus 380. Hasta la mitad de los 80 motores que impulsan jets A380, los aviones comerciales más grandes del mundo, pudieran necesitar ser reemplazados, dijo el jueves Alan Joyce, director ejecutivo de Qantas. Esto incrementa la posibilidad de una escasez que podría demorar entregas futuras del superjumbo.
Qantas ha dejado en tierra su flota de seis aparatos Airbus A380.
El drama ocurrido hace dos semanas no había terminado cuando los pilotos finalmente regresaron el avión a Singapur y tuvieron a la vista la pista de aterrizaje.
Los alerones de las alas, que son utilizados para disminuir la velocidad de la aeronave, no estaban operando, al igual que las puertas del tren de aterrizaje. Los pilotos utilizaron la gravedad para bajar el tren.
La temperatura de los frenos alcanzó más de 900 grados Celsius (1.650 Fahrenheit) durante el aterrizaje, ocasionando que estallaran varios neumáticos. Si el combustible que se estaba fugando del ala dañada hubiese llegado a los frenos habría podido ocasionar un incendio.
Los pilotos permitieron al aparato rodar hasta casi el final de la pista para que estuviera cerca de los camiones de bomberos y que éstos pudieran lanzar espuma a los frenos y el tren de aterrizaje.
Después de todo, Woodward elogió al avión, diciendo que fue un testimonio de su fortaleza, ya que fue capaz de continuar su vuelo relativamente bien a pesar de todos los problemas. Sin embargo, agregó que es posible que se reconsidere el diseño y ubicación del cableado eléctrico en las alas.
Se supone que las aeronaves son diseñadas con suficiencia, de manera que si una parte o sistema falla, aún haya otra que realiza la misma función. Eso no ocurrió siempre en este caso, afirmaron expertos en seguridad.
Todos los expertos estuvieron de acuerdo en un punto.
‘Debieron haber pasado un momento emocionante en esa cabina de vuelo’, afirmó secamente Michael Barr, que enseña seguridad en la aeronáutica en la Universidad del Sur de California. ‘No es algo que uno quisiera volver a intentar jamás’.