Así debes conducir para evitar accidentes con lluvia, niebla o nieve
Los fenómenos meteorológicos propios de esta época del año, como la lluvia, la niebla o la nieve, unidos a la pérdida de horas de luz solar, constituyen una amenaza para la seguridad vial. La mayoría de los conductores afirman que se sienten más seguros al volante en verano, cuando la visibilidad es mayor y el asfalto está seco, que en otoño e invierno cuando las condiciones atmosféricas son adversas y los días más cortos. Prescindir del coche durante las estaciones más húmedas no es una opción que puedan elegir todos los automovilistas, así que conviene identificar los peligros que podemos encontrarnos en la carretera para no poner en riesgo nuestra propia seguridad y la del resto de usuarios.
Hasta la llegada del invierno los días se acortan. El sol sale más tarde y se pone antes, con lo que muchos desplazamientos que en verano se efectúan con luz de día los realizamos ahora en la oscuridad. La Ley de Tráfico obliga a los vehículos a motor a circular con el alumbrado de posición y el de corto alcance o cruce entre el ocaso y la salida del sol. Sin embargo, la normativa subraya que debemos circular con el alumbrado correspondiente encendido “cuando existan condiciones meteorológicas o ambientales que disminuyan sensiblemente la visibilidad”.
Para conducir con seguridad por una zona poco iluminada no basta con encender las luces. Debemos hacerlo a un ritmo más lento que, en caso de emergencia, nos permita detener el coche dentro del campo de visión que establecen nuestros faros. También tenemos que asegurarnos que las luces funcionen correctamente y que estén bien regladas, así como llevar el parabrisas y los cristales limpios. De hecho, la mayor parte de la información que recibimos al conducir nos llega a través de la vista. Por este motivo, es muy importante no mirar directamente los faros de los vehículos que nos vienen de frente para que no nos deslumbren y regular el brillo del cuadro de instrumentos y del GPS para eliminar los reflejos en el parabrisas.
La falta de visibilidad nos afecta, ya que recibimos muchos datos a través de la vista
Cuando las condiciones meteorológicas son adversas debemos reforzar aún más nuestra atención al volante. Si el tiempo no acompaña, siempre que sea posible, es preferible no salir a la carretera. Ahora bien, si no podemos aplazar el viaje debemos conducir con cautela, adaptando la velocidad y la distancia de seguridad con el vehículo que nos precede en función de la visibilidad. Si aun así nos invade la sensación de inseguridad lo más aconsejable es buscar un lugar seguro para detener el coche y esperar que amaine para reiniciar la marcha.
El peligro de la lluvia
Con lluvia, la distancia de frenado se alarga y la visibilidad se reduce. Evitar las maniobras bruscas, aumentar la distancia de seguridad, reducir la velocidad y llevar los neumáticos en buen estado es el mejor antídoto que hay para salir airoso. Lo indica la DGT, que recalca el peligro que pueden acarrear las primeras gotas al mezclarse con el polvo y la grasa del asfalto. La argamasa que se forma en la superficie hace muy deslizante el pavimento.
La lluvia torrencial provoca problemas de visibilidad por las salpicaduras del agua y los cristales empañados. Además, puede conllevar un peligro añadido: el aquaplaning. Es una situación que se produce cuando hay exceso de agua en la calzada y el neumático pierde agarre y se desliza. Para recuperar el control del coche debemos sujetar el volante con firmeza y no frenar a fondo. Una vez el neumático recupera el agarre, basta con corregir la trayectoria suavemente para dominar la escena.
Concentración entre la niebla
Conducir con niebla requiere mucha concentración al volante, sobre todo si es densa, ya que la visibilidad se reduce drásticamente y aumentan las colisiones por alcance. Lo primero que hay que hacer es aumentar la distancia de seguridad y circular con precaución. Si nos vemos obligados a parar, nunca debemos detener el coche en el arcén sin la conveniente señalización. Es un error creer que con las luces largas veremos mejor, ya que la luz larga rebota en el banco de niebla y nos deslumbrará sin conseguir el objetivo. Por lo tanto, lo que debemos hacer es accionar las luces de niebla. Ahora bien, el piloto posterior solo lo mantendremos encendido cuando la niebla es espesa, puesto que la luz es muy intensa y molesta a otros usuarios de la vía.
Manto resbaladizo de nieve
A estas alturas del año la nieve nos puede coger desprevenidos. Por este motivo, si conducimos por una zona propensa a las nevadas es pertinente llevar un juego de cadenas en el maletero por si el blanco elemento cuaja. Si la nieve únicamente forma una película de unos cuantos centímetros, lo más aconsejable será no salirse de las roderas creadas por otros vehículos. Tráfico recuerda que también resulta primordial cuando se conduce sobre nieve hacerlo con la máxima suavidad, tanto con el volante como con el acelerador o los frenos, así como ampliar la distancia de seguridad.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/