Aerodom, el banal olvido, y la ensordecida maledicencia

Hoy, muchos dominicanos y extranjeros que leen, ven, o escuchan la prensa nacional, podrían pensar que la empresa Aeropuertos Dominicanos Siglo XXI (Aerodom) es un nido de forajidos. O que con ella llegó al país un adelanto de las Apocalipticas Siete Plagas.

Pero no es así. Esto lo decimos con toda la fuerza moral que nos da el haber sido un critico pertinaz, cuando así lo hemos considerado necesario, de sus ejecutorias.

Que los Senadores de la República se interesen por la defensa de los intereses del pueblo dominicano, eso representaría un gran paso de avance institucional. Sin embargo, no nos parece que esa va a ser una politica de nuestros honorables legisladores, y que los cuestionamientos al contrato firmado entre Aerodom y el Estado Dominicano para la conceción de los aeropuertos pudiesen venir acompañados de vientos huracanados, con fuertes ráfagas y tormentas eléctricas.

¿Por qué ahora, luego de once años, es cuando pretendemos darnos cuenta de que supuestamente todo está mal?

¿Y de ser así, acaso no serían tanto o más culpables que Aerodom, los funcionarios y legisladores que aprobaron dicho desproposito?

Sólo advertimos que, ¡mucho cuidado!. Es necesario recordar que la cuantiosa inversión que ha hecho la empresa multinacional Advent International va a ser defendida con uñas y dientes. Y que un eventual litigio, aparte que de seguro se conocería en tribunales fuera del país, tendría serias repercusiones para nuestra imagen en cuanto a las reglas del juego para la inversión extranjera.

El debate actual, sobre todo lo relativo al reclamo de la devolución al Estado Dominicano de unos 75 millones de dólares, por concepto de la tasa aeroporturia de US$1.30, cobrada a los viajeros y que iban al Departamento Aeroportuario, también nos parece una insensatez.

Si se desconocen la validez de la Resolución No. 6428 de la Comisión Aeroportuaria, del 8 de marzo del 2004, así como el Decreto del Poder Ejecutivo No.220-04, del 12 de agosto del 2004; entonces quienes tendrían que responder judicialmente, no serían otros que quienes habrían hecho mal uso de sus cargos públicos para violentar nuestra Constitución y las Leyes.

Considero que lo más que se podría hacer sería derogar dicho Decreto, y con ello esa tasa vuelva a ser cobrada por el Departamento Aeroportuario, de modo que puedan continuar con sus “Fly-Ins” o reactivar el “Go Green”.

De igual modo, es necesario destacar que los actuales dueños de Aerodom adquirieron la misma casi cinco años después de tomarse esa decisión en favor de esa empresa. Y si tuvieran que devolver dinero, entonces sería justo cuestionar a los anteriores propietarios.

Los dominicanos somos muy dados al olvido, pero sería interesante recordar qué eran nuestros aeropuertos internacionales antes del proceso de concesiones y privatizaciones. También, quienes los administraban.

Mi opinión es que no existía mucha diferencia con cualquiera de nuestros mercados públicos.

Pero no somos, ni pretendemos ser, abogados o defensores de Aerodom. Que se defiendan ellos.

Es propicia la ocasión, en que nuestras autoridades del Departamento Aeroportuario exigen transparencia, para plantear algunas inquietudes acerca de esa entidad.

¿Si existen tantas precariedades económicas, por qué un sustancial aumento de sueldo para sus principales directivos?

¿Por qué invertir en la construcción de una cara e innecesaria verja perimétrica en un solar en el Aeropuerto Las Américas, para luego dejarlo lleno de malezas que ni se preocupan por cortar?

Si con esto no herimos la susceptibilidad de nuestros abnegados servidores públicos, aprovechamos la ocasión para solicitar que nos rindan un informe sobre el gasto de los fondos dejados en cuentas bancarias por su anterior director ejecutivo.

Por último, que auditen, analicen el cronograma de inversiones, revisen el contrato y el famoso “equilibrio económio”, y todo lo demás. Pero con un espíritu justiciero, sin predisposiciones, a la vez que se conviertan los inquisidores en ejemplos para nuestra sociedad que hasta puedan vivir en casas de cristal.


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